El Oriente Disidente; Frente a la Segunda Vuelta los Neiki.

El Oriente Disidente

Artista Jorge Miyagui
Artista Jorge Miyagui: “Keiko representa lo más de nigrante de nuestra historia. Está acompañada de los viejos operadores de su padre y sin duda se trata del mismo proyecto político”.

Relacionar a una comunidad entera con los Fujimori es casi tan idiota como afirmar que las virtudes japonesas se corrompieron al entrar en contacto con la peruanidad”. Esa es la respuesta del escritor Carlos Yushimito a los insultos xenófobos que se reparten en esta campaña electoral. Así como él, hay miles de ciudadanos peruanos que, no teniendo ninguna vinculación con la candidata de Fuerza Popular, son víctimas de las generalizaciones más ramplonas. 

¿Parece insensato en un país “multicultural”? No hace mucho, a fines de los noventa para ser precisos, un cántico expresaba la indignación de toda una generación de jóvenes inconformes. “Chino maricón, regrésate al Japón”, era vociferado con euforia en calles y plazas en contra del régimen de Alberto Fujimori. Huelga decir que en esas marchas participaron activamente los sectores más “progresistas” de la sociedad peruana. 

Menos creativos pero igual de vejatorios para los nikkei son los ataques como “china rata” o “los ojos arrugados (que no le permitirían ver bien a Keiko Fujimori)”, como sugiriera infaustamente el asesor de PPK, Alfredo Thorne. 

La voz de alarma en estos comicios la dio Sayuri Andrade Toma. En fechas previas a la marcha “No a Keiko” del 5 de abril, la joven antropóloga publicó en su cuenta de Facebook un mensaje llamando a no arengar en contra de Fujimori por razones equivocadas. “El que su familia sea de origen japonés no es un delito. Al contrario, somos cientos de miles de descendientes de japoneses en el Perú que no tenemos nada que ver con la corrupción y las violaciones de derechos humanos”, expresó.  

La también dirigente del Partido Socialista es tajante. “Keiko, como política, no me representa y creo que es una amenaza para la democracia”, dice. Con el retrato de Javier Diez-Canseco de fondo, Andrade arremete contra la candidata presidencial. “En sus cinco años como congresista faltó quinientos días, no sacó ningún proyecto de ley relevante y hasta ahora no puede explicar de dónde obtuvo la plata para estudiar. Es obvio que tiene una responsabilidad política”, señala sin caer en argumentos falaces. 

El mensaje de Sayuri caló hondo en personas como Jorge Miyagui. El artista plástico, cuyos abuelos llegaron de Okinawa en la década del treinta, es un activo opositor de Keiko Fujimori y no comprende por qué persisten esos actos segregacionistas en el S.XXI. “Ser nikkei es una forma de ser peruano”, se defiende. “Las tradiciones japonesas se mezclan con los ritos del catolicismo local, de la religiosidad popular e incluso de la jerga del barrio”, explica.

En la misma línea que Andrade, Miyagui salta de la silla cuando le mencionan el nombre de Keiko Fujimori. “Representa lo más denigrante de nuestra historia. Por más que en campaña y por estrategia quiera alejarse y presentar un nuevo rostro, ella está acompañada de los viejos operadores de su padre y sin duda se trata del mismo proyecto político”, afirma. 

De otra generación, el historiador y periodista Félix Nakamura comparte criterios. Ayacuchano de nacimiento, él se considera un “quechuahablante” y recuerda con pesar que sus orígenes japoneses fueron un impedimento para que ingresara al Partido Comunista en la década del sesenta. “Un hombre de ojos rasgados generaba sospechas en todos lados”, afirma quien trabajó para el desaparecido diario La Prensa y fue alumno de Porras Barrenechea en la Universidad de San Marcos. 

El periodista recuerda que, siendo directivo del Colegio La Unión, intervino en una reunión donde se definía qué clase de educación debía impartirse en ese centro de estudios. “Ni japonizar ni peruanizar: educar”, resolvió salomónicamente. A sus 78 años, Nakamura pide no relacionar a los Fujimori con la comunidad nikkei. “Está comprobado que Alberto Fujimori cometió delitos. Defenderlo no tiene ningún sentido”, sentencia. 

Hagamos historia. Ya en la década de los cuarenta, en plena Segunda Guerra Mundial y con el Perú como aliado de los Estados Unidos, la colectividad japonesa fue objeto de persecución. La expropiación de sus bienes, el congelamiento de sus cuentas bancarias y hasta su expulsión fueron solo algunas de las medidas que adoptó el gobierno de Prado Ugarteche contra esa colonia de inmigrantes.

“Mi padre tuvo que trabajar toda su vida para salir de la pobreza y para darme a mí y a mis hermanos, que no padecimos esa época de vejaciones y saqueos –que movilizaron no solo el gobierno sino también diarios hoy sumamente ‘democráticos’ como El Comercio–, vivienda, educación y salud”, sostiene Carlos Yushimito derribando uno de los mitos más difundidos entre nuestra sociedad. A saber, que a todos los descendientes de japoneses la fortuna les sonríe. 

El escritor, autor del reciente libro Un circo sin carpa (Montena, 2016), pone el dedo en la llaga. “El fujimorismo, siendo para el Perú un quiste dañino, es apenas el síntoma de una enfermedad estructural mucho mayor y me temo que no hay muchos indicios de que la gente, sobre todo aquella incapaz de evaluar sus propios privilegios actuales, quiera sanarla a través de reformas y proyectos a largo plazo”, manifiesta sin ocultar su escepticismo. 

Otros nikkei han expresado abiertamente su rechazo a Keiko Fujimori. El escritor Fernando Iwasaki y el artista Eduardo Tokeshi son solo algunos de ellos. Muy a su pesar, no faltará alguien que vuelva a caer en la trampa de la xenofobia. Esas taras no se resuelven en una elección. Por más “democrática” que ésta sea.

Política Por: César Prado |Cuidado con los estereotipos. Miembros de la comunidad nikkei marcan distancia de Keiko Fujimori y su opción política.

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