Reforma política y Nueva Constitución Por: Nicolas Lynch
Por: Nicolas Lynch
La respuesta a esta situación tiene que ser de fondo, que cambie la estructura del poder político en el Perú. Este cambio debe tener dos momentos: una reforma política inmediata que la sociedad organizada le exija al Congreso y una Nueva Constitución, elaborada por una Asamblea Constituyente, que se elija el 2014, junto con los gobiernos locales y regionales, y que nos brinde por primera vez en 20 años un acuerdo de convivencia política del cual el país carece.
Lo ocurrido con la repartija en el Congreso el miércoles
17 de julio no hace sino reiterar la crisis de nuestra precaria democracia.
Este régimen no soporta la movilización popular y debe reprimirla; tampoco el
ejercicio de la libertad personal y quiere apropiarse de nuestros cuerpos. Hoy
asalta las instituciones que supuestamente deben defender nuestros derechos
para ponerlas al servicio de intereses particulares.
La respuesta a esta situación tiene que ser de fondo, que
cambie la estructura del poder político en el Perú. Este cambio debe tener dos
momentos: una reforma política inmediata que la sociedad organizada le exija al
Congreso y una Nueva Constitución, elaborada por una Asamblea Constituyente,
que se elija el 2014, junto con los gobiernos locales y regionales, y que nos
brinde por primera vez en 20 años un acuerdo de convivencia política del cual
el país carece.
La reforma política inmediata debe incluir: la
eliminación de las firmas y el reemplazo por comités para el reconocimiento de
los partidos, la obligación a las agrupaciones políticas de primarias abiertas
para la elección a candidatos, la garantía del financiamiento efectivo a los
partidos inscritos, el uso gratuito de los medios del Estado en todo momento y
de los medios privados en época electoral, la eliminación del voto
preferencial, la renovación por mitades del Congreso y la restitución del
Senado como cámara de las regiones.
Sin embargo, lo fundamental es una Nueva Constitución. La
posibilidad de llegar a ella ya no estriba en ningún Congreso, ni en este ni en
el siguiente; los Congresos se han mostrado incapaces para ello. Tiene que ser
una Asamblea Constituyente. La Constitución de 1993 está viciada de origen y es
nula de pleno derecho. Hay que regresar al último acuerdo de paz entre los
peruanos que es la Constitución de 1979 y proceder a su reforma. Los puntos a
cambiar también son claros: el capítulo económico para ir del sectarismo neoliberal
a la pluralidad democrática, el control efectivo de un Congreso bicameral al
Poder Ejecutivo, el regreso de los derechos y las instituciones sociales
eliminadas, el rediseño de la descentralización política que nos lleve a
macrorregiones sustentables y la inclusión de los derechos culturales que
reconozcan las prerrogativas de los pueblos originarios.
En esta perspectiva la coyuntura inmediata es un camino
cuesta arriba porque la clase política actual se basa en esta estructura que
los protege. La lucha por la reforma política debe ser dada entonces desde
abajo, por la sociedad civil y el movimiento popular, teniendo como objetivo
cambiar, de cara al 2016, la naturaleza de la representación política en el
Perú. Es una lucha desigual y difícil pero es preciso darla para completar la
faena que empezamos con la caída de Fujimori y la transición democrática del
2000.
Diaro La
Republica, Lunes, 22 de julio de 2013 | 4:30 am