LA HONESTIDAD DE JAVIER DIEZ CANSECO POR ENCIMA DE LAS BAJEZAS DE ALDO MARIATEGUI Por Ernesto De La Jara


Columnistas Diario 16 | 08-05-2013 | Ernesto De La Jara
LA HONESTIDAD DE JAVIER DIEZ CANSECO POR ENCIMA DE LAS BAJEZAS DE ALDO MARIATEGUI

Una manera de expresar reconocimiento por Javier Diez Canseco es recordar que murió estando suspendido, debido a que el Congreso le impuso dicha sanción de una manera totalmente arbitraria y luego se negó a cumplir –ilegalmente- con la sentencia que ordenó reincorporarlo a su curul.

El motivo de la sanción fue que había incurrido en conflicto de intereses, al plantear en un proyecto de ley el canje de las acciones de inversión por acciones comunes, sin advertir que su hija y exesposa tenían el primer tipo de acciones en la empresa Backus.

La denuncia provino de Aldo Mariátegui, quien –antes de que lo echaran de Correo– le dedicó 15 portadas (en 11 meses), además de 12 columnas del director y unas 47 notas.

Contra lo que Correo pretendía que se creyera, lo primero que hizo el congresista fue demostrar que la conversión que buscaba impulsar afectaría a cerca de tres mil millones de acciones de inversión y, por tanto,  había de por medio millones de personas, entre trabajadores y pequeños inversionistas, así como pensionistas de las AFP (más de 4 millones).

Los primeros, por ser titulares de las acciones, y los segundos, debido a que sus pensiones dependían de varias AFP, cuyo patrimonio incluía el 20% de las acciones de inversión existentes (583 millones, las cuales representaban cerca de dos mil millones de nuevos soles).

Estando de por medio los intereses de tantas personas era lógico lo que buscaba el proyecto: que las acciones de inversión tuvieran los mismos derechos que las comunes, ya que corrían los mismos riesgos. No había ninguna razón –según el planteamiento– para que las primeras no permitieran la participación en la dirección de las empresas o en la discusión sobre las utilidades. En base a ellas, no se tenía ni siquiera el derecho a pedir información.

De esta manera se buscaba, entre otros fines, la restitución de los derechos de quienes tenían este tipo de acciones, así como garantizar el buen manejo de los fondos de pensiones, a fin de evitar las cuantiosas pérdidas que se venían produciendo con el régimen vigente.

El que hubiera un interés general evidente explicaba  que ya antes se hubieran presentado 11 proyectos sobre lo mismo,  provenientes de casi todas las fuerzas políticas, y que el canje lo promoviera también la superintendencia del Mercado de Valores. Igualmente, un número de empresas lo venía haciendo voluntariamente, entre ellas Buenaventura, Milpo y Cementos Lima.

Respecto a que la medida beneficiaría a sus  familiares, JDC también tenía argumentos contundentes. En el caso, por ejemplo, de su hija, el primer hecho que había que tomar en cuenta era que el número de acciones que tenía era ínfimo: 12,030 frente a las 647 millones que en total poseía Backus (el 0.0021%) y a los tres mil millones que habían en el mercado.

Pero, se decía que aunque fueran pocas, el valor de las acciones familiares se incrementaría significativamente, ya que el precio de las comunes era mucho mayor que el de la de inversión. Siguiendo esta lógica, Mariátegui acusó a JDC de hacer un  “buen negocio”, con el argumento de que en la empresa donde sus familiares tenían acciones, el valor de una acción de inversión era de S/. 4 mientras que el de una acción común llegaba a S/. 57. Sin embargo, se omitía un dato clave: el canje propuesto en el proyecto era en función del valor nominal. Así, por ejemplo, si el valor de una acción de inversión era de un nuevo sol y el de una común de diez nuevos soles,  el canje tendría que ser de diez  de las primeras  por una sola  común (10 X 1). En el ejemplo de Mariátegui, para pasar a tener una acción común se requeriría canjear  casi quince acciones de inversión. (15 X 1)

Se llegó a decir que con el canje su exesposa e hija pasarían a controlar Backus, cuando el 90% de las acciones de inversión que de esta empresa que podrían pasar a ser comunes, estaban en manos de una sola empresa.

Y si JDC no había advertido lo de sus familiares, fue porque –como siempre explicó– lo debía hacer- de acuerdo a lo dispuesto expresamente por el artículo 4 del Reglamento del Congreso-  cuando se iniciara la discusión del proyecto, el mismo que todavía ni siquiera aparecía en la agenda de la comisión respectiva. En esto, la sentencia del Poder Judicial a su favor es categórica: “no se advierte mayor fundamentación para establecer que la conducta del actor se encuadra dentro del tipo establecido en el artículo 4 del Código de Ética Parlamentaria, cuando en tal artículo se establece el deber del congresista de informar su interés en la aprobación de un proyecto de ley cuando participa en el debate o la aprobación del mismo, pero no cuando presenta un proyecto de ley…”.

Qué más prueba de su total inocencia que el informe inicial de la secretaría técnica de la Comisión de Ética, el cual fue exculpatorio en todos los puntos, aunque después incomprensiblemente lo terminara acusando, pero solo por mayoría. A su favor mandaron informes al Congreso juristas como: Samuel  Abad o Jorge Avendaño, y tuvo el respaldo de  periodistas tipo Augusto Álvarez Rodrich, Rosa María Palacios y César Hildebrandt.

El hecho que lo terminó de reivindicar fue la sentencia que un juez constitucional emitió a su favor, usando para ello una argumentación muy rigurosa, basada en jurisprudencia nacional e internacional. Sin embargo, la mayoría del Congreso se negó a cumplirla alegando “…que las sanciones que impone el pleno del Congreso derivado de los informes que emita la Comisión de Ética no puedan ser revisadas en sede constitucional…”, lo cual implica desconocer lo que es casi una regla universal, recogida por el TC: “...en un Estado Constitucional de Derecho no existen (ni pueden auspiciarse) zonas exentas de control constitucional…”.

No se trata de idealizarlo. Somos muchos los que hemos discrepado con sus posiciones  políticas y creemos que sus errores no han sido pocos  Pero no por eso vamos a dejar de reconocerle una serie de virtudes. Cómo habrá sido su corrección  que hasta el obsesionado de Mariátegui solo le ha podido sacar tres acusaciones –absolutamente discutibles– en  relación a una trayectoria política de más de 40 años .    

Estaba claro, desde  el comienzo, que lo que se quería era golpearlo allí donde más le pudiera doler: su honestidad. Un plan cruel que si prosperó fue por la mezquindad de sus adversarios, pero con la complicidad de los humalistas que el día de la votación en el pleno se le voltearon, cumpliendo –según el mismo JDC– órdenes de arriba, por haberse salido del libreto oficial. Es la historia de una de las peores bajezas políticas, pero también de una oportuna reivindicación, confirmada con su reconocimiento póstumo.

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