La alcaldesa del striptease Por Eduardo González Viaña
Anita Fernandini primera alcaldesa de Lima impuesta por una junta militar en el Peru |
La alcaldesa del
striptease
Por Eduardo González Viaña
En 1963, la
primera alcaldesa de Lima hizo lo que generalmente se espera de una mujer que
llega a ese cargo.
En nuestros
días, la alcaldesa ha hecho mucho más de lo que se espera que haga un hombre.
Anita
Fernandini de Naranjo no fue electa. Llegó a la municipalidad por designación
de una junta militar que ansiaba atraerse las simpatías de las mujeres y de las
clases a las que doña Anita pertenecía pues era hija del poderoso minero
Eulogio Fernandini de la Quintana y era considerada la mujer más adinerada del
Perú.
Gobernaba el
Perú entonces un triunvirato militar. El año anterior, los golpistas habían
asaltado palacio unas semanas después de las elecciones y luego de vetar al
candidato del Apra, Víctor Raúl Haya de la Torre.
En muchas
iglesias de América Latina, se difundía por entonces un comunicado en el que
algunos católicos "piadosos" culpaban de los males del mundo a las
atrevidas ropas de baño, a los generosos escotes, al descocado Pérez Prado y al
reciente apogeo de la minifalda.
La epidemia
golpista llegó al Ecuador cuando el presidente Carlos Julio Arosemena se tomó
unos tragos en palacio y despertó todavía con los humos en Ciudad de Panamá.
Una junta militar lo había sustituido mientras dormía.
La señora
Fernandini hizo exactamente lo que de ella se esperaba. Se preocupó por la
limpieza de la ciudad. Expropió terrenos para una basílica que nunca se llegó
construir. Condecoró a la Virgen del Carmen y le entregó las llaves de la
ciudad. Por fin, hizo de conocimiento público una canción sagrada que había
escrito durante las sesiones del municipio, y que se titulaba "Plegaria al
Señor de los Milagros."
Recia
moralista, la alcaldesa decidió por fin lo que iba a ser su golpe de gracia.
Condenó el desnudo. Aparte de que algunos limeños piadosos y observantes
tuvieron que ponerse una pijama gruesa durante el caliente verano, la señora
prohibió que los cines y las boites ofrecieran espectáculos de striptease.
Mi amigo, el
artista gráfico, José Bracamonte Vera, me contó entonces que los enviados de la
alcaldesa habían llegado a la Escuela Nacional de Bellas Artes para velar los
cuadros donde aparecían mujeres desnudas y obligar a las modelos a que usarán
un recatado calzón.
Era yo un
jovenzuelo reportero que recién había obtenido la libreta electoral. Hacía
calle en el diario "Expreso”.
Avisado por
Pepe Bracamonte, me puse de acuerdo con un excelente reportero gráfico a quien
llamaban “ Reflejos” y salimos hacia la municipalidad de Lima. Allí esperamos a
que terminara la sesión y a que saliera la alcaldesa a quien yo debía
entrevistar.
La primera
dama de Lima aceptó conversar conmigo. No había advertido que detrás de ella
había una bellísima muchacha cubierta con un lujoso abrigo de piel. Era una
bailarina, y la había comprometido yo para cometer esa maldad.
Mientras la
señora hablaba y gesticulaba, la bonita Elsa Moreno se quitó el abrigo y posó
desnuda tras de la primera autoridad para el
travieso lente de mi fotógrafo. Obviamente nos detuvieron. Obviamente le
quitaron los rollos a “Reflejos” y se los velaron. Obviamente, él se quedó con
el verdadero. Después de unas horas de detención, llegamos al periódico
convertidos en héroes de la libertad de prensa. La primera página del día
siguiente nos consagró.
¿Es ese el
tipo de alcaldesas que requiere Lima? No lo creo. Una mujer muy valiente,
Susana Villarán, ha logrado acabar con La Parada, un gigantesco mercado cuyos
alrededores eran usados para la venta de repuestos robados. Ningún alcalde pudo
hacerlo en más de 40 años. También ha logrado vencer la millonaria campaña
contra su administración. Ahora, un juez de sospechosa ejecutoria intenta
detenerla. Cualquier día de estos va a visitarlo un periodista con un fotógrafo.