¿Cuándo se acabará el infierno? Por Eduardo González Viaña
Por Eduardo González Viaña
¡Chino,
contigo hasta la muerte!- gritaron las multitudes en el estadio de River
Plate y luego en la plaza de Mayo para saludar a Jorge Rafael Videla, luego
del campeonato mundial de fútbol de 1978.
A poca
distancia de allí, una prisionera daba a luz sin auxilio médico y se la
dejaba desangrarse. El niño, arrebatado de su vientre, era llevado a otro
sitio para ser vendido o entregado a militares incapaces de procrear.
En un
cuartel cercano, alzaban vuelo los helicópteros con su carga de presos
políticos para torturarlos arriba y luego arrojarlos sobre el Río de la
Plata. Por buena razón, se dice que el infierno estaba en la Casa Rosada.
En ese país
como en el Perú, Chile, Uruguay, Brasil y un largo etcétera, existió un clima
de apoyo cuando no de complicidad en los sectores judiciales, eclesiásticos,
legislativos, policiales, y sobre todo en los medios de comunicación masiva
que se convirtieron en portavoces y propagandistas de los gobernantes
infernales.
En actitud
de cambio, el cardenal de Argentina, ahora Papa Francisco, pidió perdón a ese
país por la participación de la Iglesia en el terrorismo de estado. Creemos
que, en su pontificado, ratificará la condena contra esa manera satánica de
gobernar.
En el Perú,
la complicidad civil se puso antifaces. Los llamados jueces sin rostro
encontraban "culpables" y condenaban a largas penas de prisión en
sólo una o dos horas de audiencia a personas cuyo único crimen era disentir o
pertenecer a la etnia o a la región que se intentaba aterrorizar.
En
Argentina, Estela de Carlotto, relató que al buscar a su nieto, el
juez de menores le mandó a decir que no insistiera porque “podría terminar en
una zanja”. En el Perú, no quedan muchas abuelas indígenas que puedan
denunciar las ejecuciones porque los cadáveres no pueden hablar.
La perversidad y
el pánico son los únicos medios "de persuasión" que utiliza un
gobierno terrorista. Se explican así las multitudes que aplaudían a Videla y
los miles de peruanos encuestados que son partidarios del indulto a Fujimori.
Quienes
manejan los controles del pánico, conducen al pueblo a una mentalidad
propicia a aceptar el infierno. Aquella se expresa en un clima de sospecha en
el que todos debemos probar que no somos terroristas ni antipatriotas. En
esas condiciones, unos se rebelan, otros callan y muchos aplauden.
Supuestamente,
el objetivo del gobierno es exterminar el terrorismo. Terrorista, sin
embargo, puede ser considerado un universitario, un abogado defensor, un
sacerdote o monja que hacen tarea social, un dirigente de sindicatos, un
periodista o el miembro de cualquier partido de izquierda. Las pruebas
incriminatorias son fáciles de fabricar.
Por eso, al
pasar la dictadura, la gente que ha visto los cadáveres calcinados de los
universitarios y que sabe de los miles de campesinos ejecutados en los Andes
justifica cualquier perversidad con el estribillo de que así Fujimori acabó
con el terrorismo.
En el Perú,
los partidarios de ese terrorista de estado tienen un partido político, el
fujimorista, en tanto que quienes antaño siguieron a Sendero están prohibidos
de formar un partido que les permita participar en la vía parlamentaria.
Por el otro
lado, cada vez se endurece más el tratamiento contra los presos de la guerra,
algunos de los cuales se han pasado la mayor parte del tiempo en la oscuridad
de un régimen de calabozo y ahora se le restringen las visitas familiares.
¿Es necesario ensañarse contra ellos?
Según las
informaciones de ayer en Facebook: “Después de
más de veinte años de cárcel en condiciones durísimas, vuelven a la Base
Naval, no tienen día de visita como cualquier preso en cualquier lugar del
mundo, salvo quizás Guantánamo, no pueden estudiar, no pueden trabajar, no
los visitan sus amigos parlamentarios…”
¿Termina la
perversidad al finalizar la dictadura? ¿Se acaba el infierno?... En Alemania,
se desarrolló durante décadas un proceso de desnazificación. En países con
tan distinto signo ideológico como Chile, Guatemala y Argentina, los antiguos
torturadores-algunos octogenarios-van a la cárcel.
En el
Perú, el “sentido común” de muchos justifica cualquier atrocidad –incluso el
descuartizamiento de la agente de inteligencia Mariela Barreto por el grupo
Colina- con la supuesta justificación de que ese tipo de terrorismo servía
para combatir al otro.
Por último,
Alan García y los hijos de Fujimori se dan el lujo de conminar al presidente
exigiendo el indulto. ¿Cuándo se acabará el infierno?
Eduardo González Viaña visitar la página web:
www.elcorreodesalem.com
|