LA EDUCATION NO ES SOLO PEDAGOGÍA Por: Gerardo Alcántara Salazar
Educador peruano
Doctor de la Universidad
de Buenos Aires,
Área Ciencias Sociales
Los
seres humanos somos muy propensos a buscar soluciones mágicas en
diversos aspectos de la vida. Nos gustaría ─por ejemplo─ que hubiese una
congregación de seres humanos dotados de cualidades extraordinarias
para facilitar la asimilación de los conocimientos y se presume que ese
rol lo cumplen los pedagogos, a quienes asimismo se les atribuye
cualidades apostólicas.
Los pedagogos deben practicar una variedad de canciones, disponer de
habilidades para fabricar ideogramas en la pizarra, agregar a su arsenal
didáctico una diversidad de estrategias motivadoras, además de poseer
gran empatía y cierta capacidad histriónica, para lograr que los
pupilos no solamente no se aburran, sino que alcancen a internalizar las
pequeñas cuotas de conocimientos que corresponden a su edad. Los
maestros ideales deben tener algo de showmen y show women.
El excelente maestro es aquel que obtiene mejor desempeño en el
despliegue de estas habilidades y los resultados son, obviamente,
alumnos que no se duermen, no se aburren, que no detestan la escuela,
sino que la ven como un lugar placentero, y maestro y maestra se
convierten en el alter ego ideal de los padres de familia.
Esos son los presupuestos ideales del buen pedagogo. El problema
empieza cuando el educador fija en su mente ese modelo de enseñanza como
válido e imprescindible en todos los niveles de enseñanza, incluyendo
la universidad, en pre y postgrado.
La realidad demuestra que cuanto menos edad tiene el educando la
didáctica lo abarca casi todo y el conocimiento es apenas una cuota
insignificante. El problema del pedagogo en los países en desarrollo, se
caracteriza por suponer ─implícitamente─
que los educandos de cualquier edad tienen el desarrollo mental
estandarizado, incluso quienes realizan cursos de posgrado en las
universidades. Además suelen estar totalmente convencidos que en la
educación la pedagogía lo es todo, o lo más importante.
Esta
idea se hace evidente cada vez que se programan cursos de capacitación,
sean estos promovidos por el ministerio de educación o por las
universidades, rara ─muy rara vez─ se piensa en los contenidos, sino
solamente en procedimientos.
Durante
las vacaciones podrían programarse cursos de capacitación para
profesores para que mejoren el conocimiento de las materias que enseñan.
Por ejemplo en matemática, física, química, biología, humanidades,
ciencias sociales. Pero eso no sucede, porque la pedagogía, los
procedimientos de enseñanza les parece ser lo más importante, o lo único
importante, aunque en la cabeza de los educadores haya muy pequeñas
dosis de conocimientos. Esta es una idea básica crónica.
Hablar
de educación para los burócratas del ministerio de educación es pensar
en recursos didácticos y ojalá fuera para capacitar en la producción de
software educativo o para profundizar en ciencias del conocimiento. No
consideran que eso sea tarea de los pedagogos, cuando menos no de los
países tercermundistas o en vías de desarrollo. La “pedagogía” se reduce
a repetir lo que siempre han hecho, desde el primer día que empezaron a
estudiar educación, por ejemplo dibujar esquemas en papelógrafos. Hay
maestros que motivan a los alumnos para desarrollar hábitos de lectura,
pero son la excepción. Los educadores, mientras estudiaban en sus
centros de formación profesional, en una proporción que se aproxima al
cien por ciento tampoco se acostumbraron a leer libros.
Para estos educadores la “pedagogía” es el medio y también el fin.
Y
ojalá que fueran realmente pedagogos. Si ciertamente lo fueran deberían
tener una cultura humanística extraordinaria. Pero, en Perú por
ejemplo, país desde el que escribo, ¿se ha visto alguna un gran libro
escrito por algún pedagogo? La mejor referencia conocida en pedagogía
desde la mitad del siglo XX hasta actualidad no es la de algún pedagogo,
sino que encubriendo en una maraña retórica, la de una presunta
“educación integral “ y de las “competencias”, propone renunciar a la
razón y al conocimiento.
Como
puede apreciarse en el cuadro que presento, los requerimientos
metodológicos progresan en razón inversamente proporcional a la edad y a
la capacidad que el ser humano tiene para adquirir conocimientos,
considerando su desarrollo mental que tiene relación con la edad. Un
niño, pequeñito, tiene mentalidad pre lógica, según Piaget, pero una
persona de veinte años, o de treinta, ha experimentado un considerable
desarrollo cerebral. Su mente es lógica y pueden abstraer. Es de
conocimiento general el equilibrio que debe existir entre progreso de la
edad cronológica y progreso mental, criterio que lo usan quienes tratar
de establecer el CI o cociente intelectual. Es obvio que no todos los
seres humanos tenemos la misma inteligencia. En algunos casos el
desarrollo mental será algo superior a la edad cronológica, mientras que
en otros casos la realidad estará ligeramente invertida. Pero en líneas
generales muy pocos son los genios y también pocos son los deficientes
mentales. La mayoría de personas tenemos inteligencia normal. El niño
que piensa como adulto es un niño de inteligencia superior, pero la
persona adulta que tiene la inteligencia de un niño es un débil mental.
Tratar a un niño como tal es lo correcto, pero ver a un adulto como si
fuera niño es un grave error.
La dificultad de los pedagogos es no tener en cuenta esta realidad tan evidente.
Entre los pedagogos existe una remarcada tendencia a utilizan el mismo
método de enseñanza en los niveles secundario y terciario de pregrado y
posgrado. Y no se da el caso que a los niños lo traten como adultos sino
que a los adultos los traten como si fueran niños.
En el gráfico que presento líneas arriba, por debajo de la línea
diagonal que va de izquierda a derecha aparecen una serie de números
desde el uno hasta el 16. El número uno corresponde al primer año de
educación inicial o primaria, nivel que se prolonga hasta el número 5.
Entre el número 6 y el 11, según el modelo educativo peruano se ubica la
educación secundaria. Y entre el número 12 y el 16, la educación
terciaria, superior o universitaria de pregrado.
En el esquema se aprecia claramente que por debajo de la línea diagonal
hay un espacio que crece de izquierda a derecha. Es el que corresponde
al desarrollo mental. Se ve cómo mientras se avanza del 6 al 16, el
espacio se dilata, mientras que por encima de la misma línea, el espacio
correspondiente a los requerimientos metodológicos se reduce en razón
inversamente proporcional al espacio que está debajo de la línea
diagonal y que progresa de izquierda a derecha.
Cuanto más edad tiene el educando su mente tiene capacidad para
absorber conocimientos, con menos requerimientos metodológicos. Cuanto
menos edad tiene el educando requiere cuotas pequeñísimas de
conocimientos y muchísima didáctica. Luego la tendencia se invierte.
Pero los pedagogos tienden a tratar a los estudiantes de cualquier edad
con tanta compasión que no quieran lastimarlos ofreciéndoles
conocimientos. Inconscientemente, es la compasión que sienten por ellos
mismos, porque en una educación distorsionada, al futuro profesor que
estudia para enseñar matemáticas se le dice: “Tú no vas ser matemático,
sino pedagogo”. Y así sucede con los futuros profesores de las
diferentes materias, terminando por establecer una cultura estandarizada
con conocimientos estacionarios.
El problema se consolida o se hace crónico cuando ya están ejerciendo
la profesión, cuando los burócratas del ministerio de educación
auspician cursos de capacitación en “pedagogía” y sólo muy
excepcionalmente y de pasadita en conocimientos.
Los pedagogos que dirigen la educación desde el ministerio de educación ─o desde cualquier otro lugar de la administración pública─
tienen una visión sincrónica. Creen que la edad del educando aumenta
pero no su desarrollo intelectual. Desde el primer año de secundaria
hasta el último año de educación superior, incluyendo su nivel de
posgrado, utilizan la misma metodología en las facultades de educación y
en los cursos de nivel general en todas las universidades cuando
quienes enseñan son pedagogos.
El recurso metodológico que usan es muy simple: Ordenan a los alumnos
que se agrupen en de número de cuatro alrededor de una mesita o carpeta,
a quienes se les reparte una hojita impresa por la mitad o
completamente impresa. Los estudiantes, sean estos de secundaria,
superior pregrado o superior posgrado, para que lo lean y comenten en
grupo, escriban un resumen a mano, firmen los cuatro alumnos de cada
grupo y se lo entreguen al profesor. De eso depende su nota, mediante el
sistema denominado “evaluación permanente”. Para completar la
evaluación y aprobar el curso deben presentar un “trabajo” (que
pareciera que los profesores no quieren reconocer su origen) extraído de
internet, lo imprimen, le colocan una carátula donde aparece el nombre
del alumno y curso aprobado. Durante las fechas que los profesores
solicitan estos “trabajos”, quienes se dedican ofrecer los servicios de
internet e impresión realizan su mejor negocio.
Así estos alumnos se eximen de leer libros. Y al catedrático que intenta cambiar las reglas lo tachan, calificándolo de incapaz.
Siendo
las cosas como son, a nadie le interesa programar cursos de
capacitación en matemáticas, física, química, biología, ciencias
sociales y humanidades, porque para ellos la didáctica es el medio y
también el fin.
Y luego se lamentan de lo mal que está la educación.
Los medios de comunicación se sienten muy preocupados por resolver este
problema. ¿Qué hacen? Consultan a los “expertos en educación” que
ocupan altos cargos en el ministerio de educación, vale decir a los
mentores de todos los males.
En algún momento pasó como ministro un político que funge de sabio y
escribió un folletito culpando al Sindicato Único de Trabajadores de
Educación Peruana (SUTEP) de ser los autores de la educación arcaica. Es
cierto que los profesores que integran ese sindicato tienen
participación en la reproducción del problema, como implementadores,
pero no como autores. Por más revolucionarios que pregonan ser, son
parte del sistema.
Como se advierte en el cuadro que ilustra este artículo, los escolares
del nivel secundario que teóricamente se ubican entre los números 6 y 10
ya tienen un interesante desarrollo intelectual. Estos escolares
deberían estar capacitados para aprender los cursos que les servirán
para ingresar a las universidades más exigentes que seleccionan a los
alumnos mediante concurso de conocimiento y habilidades. Pero el escolar
estándar que termina la secundaria está absolutamente incapacitado para
iniciar estudios de medicina o ingeniería. Si estuviesen matriculados
en estas carreras, su incapacidad para aprender lo nuevo no se debería,
con absoluta seguridad, a la falta de recursos didácticos de los
catedráticos, sino al déficit cognoscitivo previo de los estudiantes.
Por ese motivo los interesados en estudiar esas carreras se preparan,
estudiando por primera vez muy intensamente, entre dos y cinco años, en
academias pre universitarias muy exigentes, en las cuales no dan clases
los pedagogos sino especialistas en las materias que enseñan. Y Una vez
matriculados en las carreras elegidas los jóvenes estudiantes tendrán
dificultades, pero dentro de los estándares normales.
Hay escolares que logran vacantes mediante concurso de selección apenas
terminando la instrucción secundaria y mantienen un desempeño normal al
estudiar medicina o ingeniería debido a que durante los estudios de
secundaria tuvieron cursos paralelos en casa, a cargo de especialistas
calificados.
Como se observa en el cuadro, los estudiantes de nivel inicial o
primeria, aquellos que están representados entre los números 1 y 5,
están preparados para internalizar pocos conocimientos y los profesores
deben ser realmente pedagogos, como se advierte en la franja superior de
la línea diagonal que va de izquierda a derecha.
Durante
mi experiencia como catedrático me encuentro con uno que otro profesor
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos que está muy convencido
que incluso en los cursos de post grado hace falta pedagogía. Los
estudiantes de la referida universidad, donde también soy catedrático,
ingresan luego de tanto competir que están preparados ─desde el primer año─ para disertar incluso mejor que muchos profesionales procedentes de carreras o universidades poco exigentes.
Lo que falta a los estudiantes de San Marcos no son maestros pedagogos,
sino catedráticos mentalizados y preparados para innovar los
conocimientos, a partir de cuestionar los conocimientos absurdos.
Quien quiera ser maestro de niños y no entienda que su función es
hacerlos cantar y jugar, como estrategias de enseñanza, no está
calificado para cumplir la función.
Pero el maestro que no entienda que cuanta más edad tiene el niño su
capacidad de abstracción progresa y se lo quiera tratar como si fuera
niño, está igualmente equivocado. Y ese es el gran error que se
evidencia en las instituciones destinadas a formar maestros.
Pero
el error del que parecen jamás estar dispuestos a curarse los
burócratas que dirigen la educación preuniversitaria, es ignorar que
quien es profesor debe tener en la mente contenidos cognoscitivo que
transmitir. Según su especialidad, los profesores deben recibir cursos
de capacitación muy intensa, permanente y siempre en matemáticas,
física, química, biología ciencias sociales y humanidades.
Obviamente,
se me dirá, la educación requiere considerar otras variables. De
acuerdo y sobre otros aspectos ya he escrito y publicado y seguiré
escribiendo y publicando.
Lima, febrero de 2013.