CORAZON PURPURA, CORAZON PERUANO
CORAZON PURPURA, CORAZON PERUANO
Jose Antonio Riveros CORAZON PURPURA
Por: Enrique Soria
Este 11 de septiembre se cumplieron 11 años del ataque a las Torres Gemelas y a la sede del Pentágono por parte del Al Qaeda, pero es la primera vez que se conmemoró la tragedia sin la presencia de soldados de las fuerzas armadas de los Estados Unidos en Irak.
La siguente es la historia de un soldado peruano condecorado con el Corazón Púrpura, la condecoración que reciben los caídos y heridos en combate, que sobrevivió a la experiencia bélica en Irak pero que fue testigo de la muerte de sus camaradas de armas.
Jorge Antonio Riveros nació en Lima y arribó a los Estados Unidos sin haber cumplido los tres años de edad y se enroló en los Marines tras culminar la secundaria. Llegó a Irak a los 21 años de edad. Sobre su país natal y su familia quedan los recuerdos vagos pero imperecederos.
“Cursaba el tercer año de secundaria en el colegio Cristo Rey en el Middle Village cuando un grupo de Marines visitó la escuela y habló de las posibilidades que se nos abrían si nos enrolábamos. Ello me dejó pensando, y decidí que era algo diferente, especial, que se trataba de usar el cerebro y al mismo tiempo de formarte físicamente. Me gradué como recluta un 20 de agosto del 2004 tras 13 semanas de intenso entrenamiento y capacitación”, revela Riveros que hoy cuenta con 27 años de edad.
Riveros llega a Irak el 25 de mayo del 2006 y la primera impresión que le hace subir la adrenalina es el agobiante calor que adormece al país. Irak le resultaba muy diferente de la noción que se había formado previamente. Su destino era Faluya, la ciudad más grande y conflictiva de Irak, con la mayor población por cada milla de extensión.
El joven soldado era plenamente consciente que en cualquier momento entraba en combate y que el recibimiento de parte de la gente no iba a ser caluroso como el clima de esa parte de la Mesopotamia . “Había rechazo e indiferencia de la población, sólo los niños se acercaban, nos saludaban y nos pedían caramelos. Yo integraba el primer batallón del grupo 25 de los Marines”.
Riveros tuvo que aguardar tres semanas antes de entrar en combate. Su misión en Faluya consistía en proveer víveres, medicamentos, municiones y una serie de vituallas a los soldados que operaban en bases pequeñas. Viajaba en un convoy de vehículos de guerra, cinco en total, cada vez que salían a cumplir con la misión encomendada.
“Los atacantes se adiestraban colocando bombas en huecos que hacían la noche anterior a nuestro paso, las que provocaban detonar activando celulares. La primera vez que sobreviví a un ataque yo iba en el primer vehículo”. Este resistió. En otra oportunidad Riveros sufrió un atentado cuando se vehículo se encontraba estacionado. “Yo pensé que era fuego de artillería pero no, fuimos objeto de un ataque con bazuka, afortunadamente el explosivo no estalló, de haberlo hecho yo estaría muerto o completamente quemado”.
“El día del ataque vimos a tres hombres corriendo y que se escondían en las casas. Yo me quedaba en el vehículo a cargo de la ametralladora que estaba fijada en el vehículo. Yo vivía en lo que fue un palacio de uno de los hijos de Sadam Hussein. Era una base que se puede decir grande con unas 40 habitaciones. En uno de los ataque durante el patrullaje fui remecido por la detonación, sentí aturdimiento pero pude recuperarme. Distinta suerte corrió Matthew Fenton con el que me formé en las bases de Estados Unidos pero que luego nos separaron cuando arribamos a Irak”.
“Un coche bomba acabó con él. Yo no podía creerlo. Era el primero en morir. Un pedazo del explosivo se le incrustó por debajo del casco y le entró en la cabeza. Vivió una semana tras ser tratado en bases de Alemania y de Carolina del Norte. En mi caso, el día que resulté conmocionado fue el 1 de septiembre del 2006, yo viajaba en el último vehículo del convoy y la explosión me sacudió por completo, perdí algo del conocimiento, y cuando traté de caminar no pude”.
“Ocho horas después llegué a la base, no sentía una de mis manos. Me trasladaron a otra base en Irak para someterme a exámenes. Mis superiores me dieron la oportunidad de regresar a los Estados Unidos pero no quise porque me faltaban dos meses para concluir la misión. Me concedieron el Corazón Púrpura un año después en una ceremonia en la base de Garden City en Long Island ”.
Riveros posteriormente rechazó una oferta para retornar a Irak. Ingresó a las planillas del Hospital de Veteranos en el 2008 donde hoy se encarga de evaluar si los solicitantes califican para tratamiento médico. Asegura que no le costó adaptarse a su nueva vida en Long Island . Conforma una familia con su esposa Kayla, que espera el segundo hijo de la pareja. Cuentan con Audrey, su niña de cuatro años. Cuando se le pregunta por el sexo del que viene en camino dice que será varón y que se llamará Matthew. (Enrique Soria)