Maras, pandillas, bandas, tribus urbanas, barras bravas y otros
07 Jun 2012
*Ivette Durán Calderón
Perú no es la excepción a la hora de hablar de
violencia juvenil. Las falsas maras, son grupos de pandilleros callejeros cada
vez más
jóvenes
cooptados por cabecillas que pretenden eludir la legislación penal y utilizan a los niños para cometer delitos de toda índole, bajo amenaza al principio
y voluntariamente después.
El pandillaje callejero se
expande por Sudamérica, la anomia juvenil es cada vez más manifiesta ante la ausencia de
leyes que puedan regular esta inconducta social.
Se ha percibido cierta resignación al admitir su presencia y la
ausencia de soluciones, lo cual es inadmisible para quienes creemos en la
reinserción
y en el apoyo oportuno y preciso. Todos los gobiernos tienen la obligación de tomar las previsiones
correspondientes dentro de sus agendas de trabajo y respectivos planes de
gobierno. Una de las prioridades de todo gobierno democrático es la estructuración de políticas de Estado claramente
definidas para elaborar los Planes de Prevención y Alerta Temprana.
En
Perú
el estado de las temibles maras provenientes de algunos países centroamericanos por ahora es
incipiente, ni siquiera embrionario.
Son pocos pero muy malos, entre
ellos están
algunos pandilleros deportados de algún país en el cual aprendieron y vieron todo lo que la calle
y la exclusión
social enseña,
inmigrantes que aprendieron a sobrevivir en medio de la violencia y el crimen.
Surgen los imitadores, adolescentes desorientados que se hacen llamar “maras”
sin conocer el verdadero alcance de su osadía.
De acuerdo al criterio de las
autoridades pertinentes, hablar de ellos en los medios de comunicación es publicitar su actividad para
enaltecerlos y fortalecer sus ilícitas agrupaciones, lo cual significa que la ciudadanía queda a expensas de sus fechorías pues no estaría alertada y prevenida para
ejercer acciones de defensa y evitar circular por determinadas zonas y en
determinadas horas.
Curiosamente, no se habla de una
campaña
de prevención
para que los padres puedan ejercer un mayor control de las actividades de sus
hijos y además
percatarse de las amistades que frecuentan.
Si bien estos jóvenes pandilleros son fruto del
desarraigo familiar producto
de la emigración
de sus padres, deportación, pobreza,, alcoholismo, drogadicción, violación, descuido, violencia
intrafamiliar y mal ejemplo de sus mayores, sucumben fácilmente ante la ingesta a edad
temprana de alcohol y estupefacientes variopintos, también es cierto que su
inserción
social es posible, digo inserción pues la reinserción no cabe en ellos debido al
ritmo de vida desordenado llevado desde temprana edad , por ese motivo no se
debe hablar de reinserción, ellos nunca estuvieron verdaderamente insertos en
la sociedad.
Las autoridades deben tomar
medidas a la brevedad para revisar sus leyes y lograr que la impunidad de la
edad desaparezca ante casos justificados.
Estos falsos mareros son una
burda imitación
de las mafias, crimen organizado y pandillaje violento, puesto que intentan
organizarse sin tener idea de lo que realmente significa una organización de estas características. Han inventado ritos de
iniciación
o “bautizo” pelean y se disputan el liderazgo. Se han convertido en grafiteros
circunstanciales para exteriorizar sus malos modales y dejar mensajes
subliminales en sus pintadas y garabatos que simplemente deterioran el ornato público.
Si estos jóvenes son mayores de 16 años, pueden ser arrestados pero no
por más
de ocho horas, al cabo de las cuales sus padres se responsabilizan y
comprometen a ejercer mayor control sobre ellos, cosa que lamentablemente no
ocurre, no porque los padres no quieran, sino porque es cada vez más difícil ejercer control en hijos que
no le temen a nada ni siquiera a la ley, porque ella no existe. ¿Y los que no
tienen padres o tutores?, nadie dice nada al respecto.
Grupo aparte lo conforman los
pandilleros con familia estable, es tal la comodidad en la que viven que buscan
experiencias nuevas y peligrosas en la calle son hijos e hijas de padres con
profesión
académica o respetable oficio, recibieron educación y buen ejemplo.
Está además comprobado que en Centroamérica
los mareros cuentan en su filas con abogados, economistas, policías, militares y hasta médicos
para prestarse auxilio en casos concretos. Asimismo, ya recurren al láser para borrar sus tatuajes y
los nuevos miembros ya no se tatúan en partes visibles como cara, brazos y manos.
Coincido con aquellos que afirman
que estamos frente a un delito que no tiene un bien jurídico propio, sino que el delito
de asociación
ilícita
protege los bienes jurídicos
que protegen los demás
tipos penales de la parte especial, bastando su puesta en peligro de éstos,
pero no descartándose
la probable afectación
de los mismos. La legislación peruana es clara al respecto (Artículo 140 inciso 3º del Código Civil, no podría existir legalmente una asociación con un ilícito).
A diferencia de otras
legislaciones (por ejemplo la argentina que precisa de tres o más integrantes), el Código Penal peruano requiere para
la consumación
del delito de asociación
para delinquir de una agrupación de dos o más personas cuya finalidad esencial sea cometer
delitos. (Art. 317)
Perú, no necesita sólo una ley que penalice el
vandalismo, necesita ejercer un control judicial para encausar el camino de la
niñez
y juventud.
Los policías, y hasta los guardias
municipales también se han sumado a esta resignación ya que no tienen leyes que
hacer cumplir, la asociación ilícita mientras no exista comisión de delito, no es figura
punible, y además
los menores de edad son protegidos de manera especial sea cual fuere su
conducta.
La ciudadanía no sabe cómo reaccionar si no se penaliza la inconducta de los
menores ni la asociación ilícita para pandillerismo.
Generalmente estas bandas
criminales juveniles cooptan jóvenes a partir de los 9 años hasta los 36.
El caso de la conducta femenina
de las “señoritas”
tal como se denomina a las muchachas jóvenes y solteras, tampoco les llama la atención, se ha vuelto parte de su
rutina casi cronológica,
ver que sean primero los varones quienes armen trifulcas dantescas seguidos por
las mujeres cuyas edades oscilarían entre los 9 y 17 años de edad, niñas que tendrían que estar durmiendo en sus
hogares para asistir a estudiar. ¿Dónde están los padres?
Ya se sabe de la conformación de pandillas femeninas también
imitadoras, no dependen del liderazgo de un varón pues son ellas las líderes que además se enfrentan en un permanente
duelo de poder y pertenencia a un determinado barrio o sector urbano.
Sobreviven al igual que los
varones de la delincuencia callejera, son hábiles carteristas y muchas de
ellas también se prostituyen manejadas por sus propios proxenetas.
Este problema sin embargo, no es
ajeno a las autoridades ni a la sociedad, así lo demuestran diariamente los
medios de comunicación
y las redes sociales.
Estos grupos están integrados por menores de entre
12 y 17 años.
Su elemento en común,
además
del delito, es el consumo de alcohol y droga.
La Mara Salvatrucha está considerada como una de las
bandas de pandilleros más
grandes y sanguinarias que opera en Centroamérica.
Su origen se remonta a la década
de 1980 cuando miles de jóvenes de El Salvador llegaron principalmente a la
ciudad estadounidense de Los Ángeles huyendo de la guerra civil en ese país (1980-1992).
Posteriormente, las constantes
deportaciones hechas por Estados Unidos ocasionaron la implantación de la banda en El Salvador y
otros países
de la región.
Si bien estos temibles mareros han sido expulsados luego de cumplir condena, la
cárcel
fue su escuela para ampliar sus horizontes criminales, ya que una vez
deportados a sus respectivos países, hacen de las suyas y son nuevamente aprehendidos
en cárceles
que no dan abasto por el hacinamiento. Muchos de ellos, no encuentran en su país las oportunidades que su escasa
formación
les exige, por ello emigran a países vecinos a conformar células y asentarse en
determinados sectores geográficos o barrios que consideran como suyos, como su
territorio, repitiendo permanentemente “por mi barrio vivo, por mi barrio
muero”
Si bien el tema que nos ocupa es
Perú,
las pandillas están
operando en diferentes puntos de la geografía latinoamericana.
Por tal motivo, es menester
marcar la siguiente diferenciación entre pandilleros folklóricos y pandilleros
delincuenciales.
Lucio Ávila, cronista peruano define a
las pandillas folklóricas
de Puno, una de las principales ciudades peruanas, de esta manera: “La formalización como conjunto organizado de la
Pandilla Puneña
se atribuye Dn. Manongo Montesinos en un viernes de carnaval aproximadamente en
1907 y a la fecha perviven cada uno con historia, estilo y personalidad propia.
En la ciudad de Puno sin pandilla puneña no hay carnavales y el viernes de carnaval en el
cerro Huajsapata, se inicia la tradición con la alegría y belleza de las cholitas pandilleras vestidas con
multicolores polleras, mantones de seda, sombrero tipo hongo, botines y sus
trenzas largas; acompañados
de sus cholos pandilleros vestidos con chaqueta negra, pantalón blanco o negro y el clásico sombrero negro o blanco,
mantón
de manila y serpentinas multicolores.”
Las pandillas peruanas como tal,
son agrupaciones carnavaleras, integradas por jóvenes de ambos sexos cuya
finalidad es bailar y divertirse durante las fiestas del carnaval, por tal
motivo cuando hablamos de pandillerismo en Perú debemos marcar la diferencia
para no estigmatizar ni dañar a inocentes. El pandillero delincuencial es el
aquel integrante de bandas organizadas o asociaciones ilícitas para cometer actos penados
por la ley. Sin embargo, la distancia entre pandillero y delincuente es corta
cuando no existe un control ciudadano, familiar, legal, y policial.
El sociólogo
peruano Jorge Yeshayahu
Gonzales-Lara al referirse a las pandillas peruanas, con gran acierto
hace esta apreciación:
“El término pandilla suele tener connotaciones negativas, ya que su uso comúnmente se refiere para indicar a
grupos, bandas o tribus urbanas que habitualmente realizan acciones violentas
contra otras personas. Algunas formas de clasificar a una pandilla son las
siguientes: pandillas culturales, cuyo fin es únicamente de "honor" y
camaradería, y
las pandillas industriales cuyos fines son por lo general ilícitos y van desde la violencia y el
narcotráfico
hasta el asesinato.
En el Perú las
pandillas han logrado el nivel de pandillas callejeras y en menor escala
existen pandillas de segunda generación que tienen un enfoque comercial centrado en las drogas
con un liderazgo centralizado para la protección de sus mercados.
• Las pandillas callejeras tradicionalmente con una orientación territorial. Operan al grado menos
elevado de la violencia extrema social, tienen un liderazgo flexible y enfocan
su atención en la
protección de su
territorio y la lealtad pandillera dentro de su ambiente directo inmediato a
menudo sólo unas
cuadras o un barrio. • Las pandillas de segunda generación tienen un enfoque comercial. Son
pequeños
comerciantes y centrados en las drogas. Protegen sus mercados y emplean la
violencia para controlar su competición. Tienen una agenda a veces política enfocada en el comercio y operan
en áreas
geográficas más amplias. • Las Pandillas
transnacionales han evolucionado en cuanto a sus objetivos políticos. Son las más complejas y operan—o aspiran a
operar—en el extremo global de espectro, empleando su sofisticación para ganar poder, riqueza e
involucrarse en actividades de tipo mercenario.
Las pandillas de barrio: son las agrupaciones que se dedican exclusivamente
al guerreo con pandillas aledañas a su zona o barrio para sentirse superiores.
Las pandillas de barras bravas: es una de las más notorias por el fanatismo y la
violencia que ejercitan, aparecen en los clásicos deportivos.
Las pandillas conformadas por escolares: son agrupaciones de alumnos de los
principales colegios que se enfrentan, ocasionalmente.
Las pandillas de mujeres: la presencia femenina en el pandillaje es cada
vez más
notoria, tanto en el interior de la pandilla como en los espacios y actos. Su
participación es múltiple: "guerrean" junto con
los varones; auxilian a los heridos en los enfrentamientos a modo de
"socorristas"; o actúan como "soplonas"; las que llevan y traen
amenazas de mensaje, desafíos o burlas de grupo enfrentados; alertan de posibles
ataques o "mandan al desvío".”
Por otra parte, psicoterapeuta Manuel Saravia, sostuvo que las pandillas son un mal social, cuyos
integrantes lamentablemente están ligados al consumo de alucinógenos, drogas y licor, hecho que
incrementa la violencia y la sensación de creerse los todopoderosos. Los jóvenes que integran pandillas están inmersos en una lucha de poderes,
dominio territorial, incluso algunos grupos buscan crear un precedente de
ferocidad para ser reconocidos como los más violentos, sanguinarios y crueles, lo cual los lleva a
sentir el respeto de las demás agrupaciones, añadió Saravia. Pero eso no es lo más grave, pues los pandilleros han
pasado de ser revoltosos y violentos para convertirse en delincuentes
juveniles.
En Perú ya pasó el centenar, las muertes -la mayoría adolescentes entre 13 y 17 años- en manos de pandilleros. En los últimos días una mujer joven de 19 años fue detenida acusada
de varios crímenes, ella se identificó como miembro de las maras salvatruchas peruanas. Ante
esta respuesta, la policía de Perú se enteró que los lazos de las pandillas salvadoreñas habían llegado a este país. “Son mi verdadera familia, mis
hermanos. Por eso, no puedo delatarlos”. Fue la respuesta de Candy del Pilar Díaz Montenegro, ‘Machona Candy’, tras
confesar además, que
había
“pasado por los 13 (segundos)” de una salvaje golpiza como parte del ritual
para pertenecer a la banda ‘Los Maras Salvatruchas X3’ del Callao, al norte de
Lima. Díaz fue
detenida, acusada de liderar el grupo.
Se trata de una organización criminal –responsable de al menos cinco homicidios y a
la que se le vincula con la extorsión, el narcotráfico y el cobro de cupos en obras del primer puerto– que
imita los códigos y
ritos de la sanguinaria pandilla salvadoreña.
La “Machona Candy” no es ninguna improvisada. Integra el grupo de ‘Maras’ del
Callao hace ya varios años. Asumió el
mando luego de que la Policía capturara a otros cuatro integrantes.
Por ahora son hechos aislados. De acuerdo a uno de los ritos de iniciación, el nuevo aspirante a marero debe
asesinar a una persona para ser aceptado. Ganan mayor reputación si la víctima es un miembro de su familia. Esto
fue lo que hizo Óscar Raúl Barrientos Quiroz (18), quien mató a balazos a su padre, Octavio
Barrientos Quintana (50). Actualmente, el parricida se encuentra detenido.
‘Machona Candy’, es una joven estilista e hija de un abogado y de una
enfermera, optó por
otra fórmula:
se sometió a toda
clase de maltratos y golpes durante 13 segundos, según les manifestó a sus captores. “Para entrar a la
pandilla tienen que asesinar. Yo no he matado a nadie. Yo pasé por los 13, los
13 golpes.”
También dijo que sus compañeros la obligaban a prostituirse.
“Estoy
arrepentida. Yo he estado con ellos, con cada uno de ellos”, afirmó. Igualmente, negó que los múltiples tatuajes que lleva en el cuerpo
guarden relación con
su participación en
las maras.
Son imitadores, falsos mareros. Según el psicólogo social Federico Tong, hasta el momento no se ha
comprobado la presencia de los verdaderos “Maras Salvatruchas” en Perú “No guardan ninguna relación con los grupos de Centroamérica. Al
menos, no existe evidencia policial de esto”, refirió al diario limeño Perú21.
Sin embargo, mostró su preocupación de que haya grupos que quieran imitarlos. “Si las pandillas copian la
organización y el
modo de actuar de los ‘Maras’, entonces vamos a estar ante un escenario
sumamente peligroso”, expresó. Asimismo, recomienda que la Policía efectúe trabajos de inteligencia para
desarticular a estas organizaciones cuanto antes. “Se debe crear un grupo
especial de agentes que le haga frente a este problema”.
También sugirió que las alcaldías trabajen en programas de recuperación de jóvenes que han ingresado a ese bajo
mundo y que, además,
realicen labores de prevención.
El común
denominador, al igual de lo que se ve en las noticias policiales de otros países, se puede apreciar en los
recientemente detenidos. La tipología es la misma, los gestos y actitudes posturales son
similares, la cantidad de tatuajes con las palabras mara
Salvatrucha en diversas
partes de sus cuerpos son idénticas. El hablar y el gesticular con las manos,
son los reconocidos en Centro América, Estados Unidos y ahora en Perú.
“Esta banda asume el rol o el nombre de mara Salvatrucha, para infundir
temor, terror, en el resto de las bandas que pululan aquí en el Callao. Nosotros hemos
encontrado una relación muy cercana, no una coordinación organizada, pero es la misma política, mismo modus operandi, los mismos
modelos negativos. La mayoría de los integrantes son menores de edad y tienen cinco
homicidios en su haber. Son sanguinarios, han sido intervenidos con armas de
fuego y el resto de la pandilla ha sido identificada. La policía hace todos los esfuerzos para
capturar al resto”, dijo un agente de la policía.
Las autoridades peruanas indicaron que con la captura de las maras
Salvatruchas, se suman 43 las organizaciones criminales desarticuladas en lo
que va del 2012. Fuente: Carlos Chumás/LIVDUCA
Las pandillas criminales callejeras han evolucionado hasta el punto de
crear amenaza a la seguridad pública y privada tanto en vecindarios, áreas metropolitanas, naciones y en las
zonas fronterizas. Mientras que las pandillas callejeras son generalmente
vistas como preocupaciones criminales menores con grados variantes de
sofisticación y
alcance, algunas pandillas han evolucionado o se han transformado en entidades
potencialmente más
peligrosas. En muchas ciudades alrededor del mundo, especialmente en las zonas
pobres carentes de leyes y con gobiernos débiles, la inseguridad e
inestabilidad dominan a los grupos armados organizados: las maras, gangas o
pandillas son las que reinan.
Un reciente reporte refleja a 700 pandillas en el Perú, y aproximadamente 30.000 pandilleros
entre las edades de 7 a 36 años. Se ha establecido que el distrito de San Borja
(barrio residencial) registra una fuerte presencia de pandillas. La contraparte
es el distrito de Comas, en el cono norte, donde existen 40 pandillas.
Las pandillas aparecieron de manera incipiente, hace 20 años en territorio peruano, actualmente
se estima en alrededor de 700 pandillas en Lima (Los Olivos 34 pandillas, San
Juan de Lurigancho 54 pandillas, Chorrillos 85 pandillas, Villa María del Triunfo 50 pandillas, San Juan de
Lurigancho 45 pandillas, ellos son los distritos con mayor concentración de pandilleros) existen núcleos pandilleriles aislados en zonas
periféricas, asimismo, circulan aproximadamente 15.000 pandilleros entre las
edad de 9 a 36 años, tan
solo entre Lima y Callao. Son menores de edad, cada vez más jóvenes para eludir la penalización de sus delitos. Hoy son cooptados
también a través de Internet, las redes sociales, facebook twitter, tuenty,
skipe, you tube, etc.
En lo que va 2012, la policía peruana logró desarticular 43 pandillas
juveniles. Hay que admitir que las bandas delictivas han desbordado el control
policial; estos grupos cuentan con armas, explosivos, vehículos y se valen de una serie de
argucias para burlar a la justicia. Las fuerzas del orden padecen de grandes
deficiencias en infraestructura, equipamiento y capacidad de operación. Nadie puede hacerse a un lado
porque la delincuencia nos acecha a todos y hay que apoyar a las fuerzas de
seguridad por la labor que realiza en contra de la inseguridad ciudadana. Si
bien son los directos responsables de elaborar un plan de protección al ciudadano, que integre la
participación
de todos quienes habitan las ciudades, no deben descuidarse la zona central ni
los barrios periféricos con la responsabilidad bien delineada y compartida para
prevenir la inseguridad ciudadana que está aterrorizando al país.
Corresponde a las autoridades
tomar cartas en el asunto para evitar la proliferación y fortalecimiento de este
flagelo que amenaza a Perú. No echemos la culpa a la pobreza, abandono, descuido
etc., preguntémonos ¿por qué a estos
menores de edad les resulta tan fácil
obtener drogas y armas
tanto de fuego como punzocortantes? *
Ivette Durán Calderón
*Abogada, escritora
e investigadora boliviana autora de “Maras, pandillas, bandas y tribus urbanas,
la otra cara de la juventud violenta” , “El rol de la mujer dentro de las
pandillas y delincuencia organizada” y “Cuando el crimen lo organizan ellas”