EDUCACIÓN Y CONOCIMIENTO COMO VALOR AGREGADO EN LA ECONOMÍA. Por Gerardo Alcántara
Por Gerardo Alcántara (Perú).
Los“expertos” dicen que los maestros no saben lo que deben saber. Pero, ¿qué deben saber? No lo dicen, porque tampoco lo saben. Lo intuyen pero no lo saben; actúan en base a corazonadas. Necesitamos conocer cuál es la clave de una educación moderna o seguiremos defendiendo la educación arcaica, imaginándola moderna o postmoderna.
Cuando tenemos entre las manos uno de los tantos
teléfonos celulares u observamos maravillados los artefactos eléctricos que se
exhiben en los mejores shopping centers, o cuando pensamos en la
economía de los países tecnológicamente desarrollados, por ejemplo en la nanotecnologíapara
realizar delicadísimas y exitosas operaciones quirúrgicas; en los
satélites espaciales, o en las mega—máquinas, con las cuales se puede
trasladar en un día una montaña de un lugar a otro; o bien los satélites y los
vuelos espaciales; la cibernética y la gran variedad de sofisticados objetos
como los radares o los aviones teledirigidos; y, en fin, el perfeccionamiento
vertiginoso, incesante, infinito de los artefactos más vinculados o
dependientes de la tecnología digital y, viendo que en los mismos términos,
avanza la división del trabajo, nos preguntamos: ¿Por qué valen lo que cuestan
estos objetos cada día más sofisticados? ¿Por qué tanto cambio? ¿Cuál es el
secreto de todo esto? ¿Magia o milagro? La respuesta a la primera interrogante
puede ser muy variada, podría decirse —por ejemplo— que lo que determina su
valor es la belleza del objeto, su forma o su función. Y por supuesto, que esas
respuestas son correctas, porque nadie pagaría lo que paga por un objeto que no
le sirviera o que habiendo otros más bellos, funcionales y, a la vez baratos,
eligiera el menos presentable, caro y técnicamente el menos acabado. Pero, ¿es
eso lo que determina finalmente el valor de estos objetos? El valor de estos
objetos lo determina el trabajo humano, porque son hechos por seres humanos. A
estos objetos no lo produce la naturaleza. Si todos esos maravillosos objetos
fueran producidos y abundantemente como el oxígeno por la naturaleza y más bien
fabricaríamos oxígeno para vivir, ¿costarían lo que cuestan? La respuesta,
obviamente es no. Entonces surge otra pregunta: ¿Cualquier persona o grupo de
personas puede producir estos u otros objetos semejantes? Es obvio que no. Las personas
que lo producen son seres con una preparación especializada. Se trata de seres
humanos que representan lo más avanzado del conocimiento, de la creatividad y
del ingenio humano.
Y ¿cómo es que estos seres humanos han llegado a tener
esa pericia? ¿Cómo es que llegaron a tener esos conocimientos? Nacieron
sabiendo, ¿o tuvieron que aprender a fabricarlos? Esos conocimientos se
aprenden. Los individuos nacemos con un cerebro potencialmente capaz de
aprender a hacer todo cuando ahora se hace y lo que en el futuro se hará, casi
como si fuese obra de la magia o milagro. El aprendizaje es un proceso y la
enseñanza corre a cargo de la educación.
La naturaleza pone lo que se ve, lo tangible. La
Educación aporta los elementos intangibles. Si vemos un televisor funcionando,
la naturaleza da la materia tangible, aquello que tiene tamaño, peso, color,
olor, aspereza o suavidad, aquello que se puede observar mediante los sentidos.
La verdad es que incluso en esto, el hombre ya ha introducido conocimiento y
talento, pues lo tangible no es puramente naturaleza, sino naturaleza en la que
el factor subjetivo, el hombre mediante su intelecto incorporado está presente.
Es la mente humana objetivada con la ayuda de la naturaleza. O es la naturaleza
moldeada por el hombre. Por eso cuando alguien rompe uno de estos objetos,
suele justificarse diciendo que ha roto una cosa. Una cosa que es la vez el
hombre objetivado, al parecer cosificado, hecho cosa, evidenciado a través de
una cosa, pero no cosa pura, naturaleza pura. Y quien la compra obviamente está
inserto en el mundo de las mercancías y para obtener el dinero con el que esa
cosa compra, tiene que haberse primero objetivado en otras cosas o animales a
los que cría, los debe haber vendido y mediante esa mercancía universal que es
el dinero se enfrentan a los individuos objetivados en las cosas que los demás
venden. Por eso, no diremos exactamente que la naturaleza aporta todo lo que
podemos ver, porque lo tangible es ya naturaleza transformada por el hombre. Y
si un televisor transmite imágenes de lo que en este momento sucede en un
continente hasta otro continente, o si existen cámaras que nos permiten ver lo
que hace un satélite espacial a muchos miles o millones de kilómetros de la
tierra, esa capacidad lo da de manera exclusiva el hombre. La naturaleza
solamente pone aquello que sirve de soporte, o envase. Nada más. Si un teléfono
celular ayuda a recibir la voz de una persona y transforma en un lenguaje
numérico, o sea digital, y lo transporta de ese modo por muy largo que sea el
camino. Y cuando el receptor presiona una tecla para escuchar la llamada y su
equipo celular transforma esos números nuevamente en la voz que salió del
emisor, todas las potencialidades de estos objetos los ha puesto el hombre con
su inteligencia, mediante un largo proceso de enseñanza—aprendizaje que es la
educación.
De este modo, unos trozos de naturaleza —que por sí
mismos solamente cuestan lo que se ha invertido en extraerlos y
transportarlos—, se convierten en objetos con posibilidades que parecen ser
fruto de la magia o milagro, la verdadera magia o milagro es la capacidad
humana, la mente habilitada mediante la Educación.
Los conocimientos, las habilidades, las destrezas son
producto de la Educación. Claro que cuando hablamos de educación, hay que
aclarar que todo el mundo educa. Porque no solamente las instituciones formales
educan. Educa también la familia, el grupo de amigos, el vecindario, la
iglesia, el servicio militar. Sin proponérnoslo todos somos educadores.
Pero ¿qué clase de educación imparte quien no tiene
título profesional de educador y, finalmente, ningún título profesional?
Transmite los conocimientos y la cultura de su colectividad. Vale decir,
transmite los hábitos, actitudes, lenguaje articulado y gestual, mitos,
leyendas, conocimientos climatológicos, modos de relacionarse con las demás
personas, con las autoridades. Transmite la cultura popular. Esta cultura
popular crea un ambiente muy especial que sirve como trasfondo o back ground,
sobre el que se desarrolla la educación formal. Pero no alcanza para producir
objetos tan extraordinarios como los que hemos señalado.
Cada vez que uno ve en el mercado un objeto cualquiera
hay que recordar que esos objetos pueden venderse y comprarse porque son
útiles. No todos los objetos útiles son iguales entre sí, por el simple hecho
de ser útiles. Sabemos que no es así. Cuando vamos de compras o simplemente a
curiosear, tratamos de informarnos cuáles de ellos son los mejores. Tenemos
siempre la idea de que entre los objetos que cumplen la misma función unos son
mejores que otros. Además nos damos cuenta que cada día aparecen en los
hipermercados objetos más bellos, de mejor calidad y muchas veces nos quedamos
con la angustia de no poder comprarlos. Cuando el dinero no alcanza compramos alguno
de los que no cuestan muy caro y nos quedamos con la angustia de no haber
podido comprar el mejor. Y si compramos el mejor entonces no solamente sentimos
satisfacción, sino que incluso hacemos alguna ostentación ante los que no
tienen dinero como para comprar uno igual. Pero lo que nosotros rara vez nos
ponemos a pensar es cómo, de qué manera, los que los producen han podido
hacerlo. Simplemente nos conformamos con pensar o decir que estos maravillosos
objetos lo han hecho las grandes empresas. O sea que sin darnos cuenta estamos
personificando a las instituciones, vale decir las vemos como personas y
simultáneamente obviamos a las personas naturales. Al pensar así, curiosamente
pasamos por alto el hecho de que las grandes corporaciones, las grandes industrias
están compuestas por seres humanos y quienes realmente hicieron esos a veces
codiciados objetos son seres humanos reales, personas de carne y hueso. Para
poder hacer esos objetos obviamente tienen un entrenamiento especial. Han sido capacitados
para hacerlos. Han tenido que aprender hasta tener la posibilidad de
producirlos. Ese aprendizaje significa que alguien hizo el papel de profesor
mientras ellos cumplían el rol de alumnos. Entre quienes participan en el
proceso productivo de esos maravillosos objetos intervienen cadenas
generalmente muy largas de personas, algo de lo que nosotros ni siquiera
atinamos a imaginar. Podemos pensar en los que usan las manos. Podemos imaginar
muchas manos trabajando. Pero antes que se empleen las manos están los que ponen
la mente, la teoría, el conocimiento. Aunque la tendencia es a que las manos
que hagan los objetos sean las de los robots, porque el hombre tiende
cada vez más a reemplazar el uso de las manos por el uso de la mente. Esto
sucede, por supuesto, ahí donde la educación sirve para eso, para capacitar la
mente no solamente para deletrear algunas palabras o saber firmar —-como se
decía antes— sino para producir. La mente humana ha descubierto las leyes de la
Física. También descubrió y hace avanzar la matemática, así como la química y
demás ciencias. Esto sucede en los países donde la educación está orientada a
capacitar a la gente para asimilar conocimiento y para aplicar esos
conocimientos a la economía y también para producir más conocimientos. ¿Nuestra
educación tiene esas características? ¿En qué se parece nuestra Educación a esa
clase de educación? O, ¿en qué se diferencia? ¿Qué enseñamos los maestros del
Perú? ¿Qué clase de preparación nos dieron nuestros catedráticos en las
universidades o nuestros profesores en los institutos? Y ¿en qué nos
capacitaron los que dijeron que nos estaban capacitando, por ejemplo, a través
de PLANCAD? ¿Nos mentalizaron para pensar como profesores que deben enseñar a
investigar, o incrementar nuestros conocimientos? ¿Dedicaron siquiera algún
tiempo en hacernos pensar en cómo progresa el mundo? O ¿es que
distrajeron nuestro tiempo simplemente en hacernos jugar a la ronda como si los
maestros fuésemos niños en edad preescolar y con un cerebro todavía pre lógico?
No enseñaron a dialogar, a leer, o ¿nos dijeron que lo único que interesa es
la “práctica”, que hay que sentir vergüenza por la capacidad que nos ha dado la
naturaleza al haber preparado nuestro cerebro para crear símbolos y transformar
los conocimientos en palabras gramaticalmente ordenadas para intercomunicarnos
mediante ese proceso que se conoce como socialización? ¿Nos enseñaron a pensar
en la clase de socialización que es la Educación?
La Educación debe servir para hacer pensar. Pensar es
otra gimnasia que necesita el cerebro para que no se atrofie. Porque el cerebro
también se atrofia si es que no funciona. La calidad y cantidad de pensamientos
que nos habituamos a tener alcanza un techo. Si amarramos nuestra mente y no la
liberamos no va a crecer, el techo puede ser muy bajo. Nada existe en la
naturaleza por gusto. Si no caminamos nos descalcificamos, sufrimos de
osteoporosis. Nuestros huesos se vuelven frágiles y se pueden quebrar en
cualquier circunstancia, porque nuestros huesos están diseñados para que actúen
como respuesta a la ley de la gravedad. Si lo dejamos por mucho tiempo en
reposo vamos perdiendo calcio sistemáticamente hasta que puede sobrevenir la
osteoporosis. Una mala educación nos limita en el ejercicio físico y sobre todo
nos limita en el ejercicio de la mente y lo más grave es creer que algunas
dinámicas físicas cumplen su papel en lo físico y reemplazan exitosamente a las
dinámicas mentales. Así como hay atletas que superan en salto alto las dos
metros veinte, así también hay científicos que han hecho posible que los
hombres salten hasta las estrellas, mientras en otros contextos se limita a
formar a la gente para que siga trabajando con la hoz y el martillo o con el
pico y la pala, o bien con la chaquitaclla.
La educación es funcional a cada época histórica. En la
antigüedad los nobles se educaban para ser los mejores guerreros. Algunos como
Alejandro Magno, tenía además una visión del mundo heredado de Aristóteles, su
maestro. Si eran débiles y poco visionarios fácilmente podían perder el reino. En
otro momento bastaba ser un buen artesano. Incluso en pleno siglo XX en el Perú
bastaba saber comprar en las tiendas de los mayoristas algunos objetos, pararse
a ofrecerlos al detalle en las puertas de las grandes tiendas o de los
supermercados, pero ahora, desde que se implementaron los hipermercados, ese
conocimiento es inútil, porque los hipermercados son más competitivos en cuanto
a calidad, presentación, precio, confort, relax y seguridad, mientras que a la
informalidad le rodeaba un ambiente tenso.
La educación debe tomar en cuenta las tendencias
sociales, culturales, económicas, científicas y tecnológicas de cada momento de
la historia. No es suficiente proponer la educación asociada al trabajo si es
que no se sabe cómo es el trabajo y la economía en una época histórica
determinada.
Hay que analizar cómo aparecieron las herramientas que se
utilizan para producir los demás objetos. ¿Los dio la naturaleza? ¿Los hizo el
hombre? Si el hombre los hizo, ¿cómo los hizo, de qué manera, que materiales
primas usó y a parte de sus manos qué otros elementos empleó? ¿Bastaba tener
conocimientos artesanales para hacerlo? ¿Necesitaba haberse formado simplemente
en un CENECAPE ( Institución de educación pre universitaria, de mando
medio)) ? ¿Exigía una formación propia de las universidades? ¿De
qué clase de universidades? En el Perú, ¿formamos profesionales para producir
teléfonos celulares, automóviles, tractores, satélites espaciales,
computadoras?
¿Formamos profesionales capaces de producir esos objetos?
Si las instituciones creadas para formar profesionales no producen esa clase de
profesionales, ¿existe alguna otra institución que los forme aquí en el Perú?
¿Es nuestra educación igual, parecida o de la misma calidad que la educación
que se imparte en los países que producen tecnología de punta? ¿Qué tipo de
educación se necesita para producir esos objetos tan complejos? Desde que
surgió la revolución industrial, los países que luego se conocieron como
industrializados orientaron sus universidades para que tengan la competencia de
formar expertos en producir objetos propios de la industria. Y la educación
previa a la universitaria es de una estándar tal que puede eslabonarse
fácilmente con la educación universitaria. Los norteamericanos en el 2005
hicieron un experimento: colisionar una nave espacial con un cometa. Esa nave
espacial se desplazaba a una velocidad de 37,000 kilómetros hora. ¿Qué clase de
conocimientos se necesita para producir esas sofisticadas naves espaciales? ¿De
dónde salieron los profesionales que producen esas naves? Fueron formados por
las universidades, pero ¿por las nuestras? ¿O como las nuestras? Y, al ingresar
a las universidades que les dotaron de las competencias que tienen, estudiaron
primero en colegios, pero ¿no como los nuestros? Nosotros también producimos
herramientas, es cierto. Producimos picos y palas, por ejemplo. ¿Qué tienen en
común un pico o pala con un tractor? Sirven para las labores agrícolas y los
tres han sido producidos por el ser humanos y para eso se ha invertido conocimiento.
Para hacer el pico y la pala el hombre debía tener cuando menos la cultura del
hombre de la Edad de Hierro. Pero para producir tractores computarizados el
conocimiento tiene que ser cualitativamente superior, muy superior. Sin
educación aunque sea informal, el primer ser humano que descubrió el hierro no
hubiese trasmitido ese conocimiento a las generaciones futuras. Pero para
producir el tractor se necesitan no solamente hornos más complejos, sino el
dominio de la matemática y de la física moderna. Esos conocimientos los da la
Educación formal. Como se advierte claramente, una cosa es educar para producir
picos y palas y otra es hacerlo para producir tractores. Y más diferente es
todavía producir tractores que llevan componentes digitales, vale, decir
elementos electrónicos del tipo de las computadoras. Para decirlo de otro modo,
existe una distancia histórica muy considerable entre la Edad de Hierro y la
Revolución Industrial. Y de esta revolución a la revolución digital existe otra
etapa histórica. Y a propósito ¿estamos pensando en qué estado se encuentra
nuestra educación? ¿Qué clase de conocimientos trasmitimos mediante la
educación? ¿Formamos para ser productores de la Revolución Industrial o
de la Edad de Hierra? Si ya produjésemos de acuerdo a la revolución
industrial está claro que nos faltaría una etapa histórica para ingresar a la
revolución digital. ¿Hemos llegado cuando menos a la revolución industrial que
ya tiene más de dos siglos, o nos hemos quedado en la Edad de Hierro que tiene
miles de años de antigüedad? Consumimos objetos modernos, ¿pero también los
producimos? ¿Formamos profesionales para elaborar esos productos modernos?
¿Nuestra educación está a la altura de la educación de avanzada mundial? ¿O es
que en la práctica nos hemos quedado casi en la Edad de Hierro? Recordemos que
entre ambas maneras de producir existen miles de años de distancia. Porque
suele existir un grave error, creer que estamos en una Era determinada de la
historia tomando en cuenta lo que consumimos, cuando el verdadero criterio debe
partir de lo que producimos. Mejor dicho con qué clase de conocimientos
producimos. Nuestra educación en qué estado de evolución se encuentra, ¿qué
enseñamos a producir?
Si hay que tomar en cuenta el estado histórico de los
objetos que consumimos, que sirva para comparar qué tipo de educación compramos
en los objetos que compramos y qué clase de educación vendemos a través de las
mercancías que exportamos. Esto es fundamental. Es algo que no se entiende en
nuestro país, como tampoco se entiende en los países vecinos, en Ecuador y peor
aún en Bolivia.
Cuando compramos un televisor ¿qué compramos? ¿Compramos
plásticos? ¿Compramos piececitas de cobre? ¿Compramos algunos tornillos de
hierro? ¿Qué es lo que compramos realmente? Compramos conocimiento. Eso es lo
que compramos. Mejor dicho las potencias nos venden su educación introyectada
en sus mercancías. Y el grado de desarrollo de la educación es inversamente
proporcional a la cantidad de naturaleza que se invierte; cuanto más componente
mental encierran los productos, menos materia prima se invierte en ellos. Como
bien lo indica la propaganda de una marca de televisores, los antiguos eran
grandes, toscos y muy pesados. Estos televisores se han ido reduciendo en
espesor y peso hasta convertirse en una pantalla plana. En esa pantalla plana
en que se reduce el televisor hay cada vez mucho menos materia prima, pero más
componente mental. La tendencia es a que la materia prima se reduzca
prácticamente a la nada. Y ¿con qué se reemplaza esa materia prima que se deja
de usar para que el televisor exista? Se lo sustituye con conocimiento, o sea
con derivados de la educación. La tendencia de la industria moderna es a la
sustitución casi total de las materias primas por el conocimiento. Dicho de otro
modo, la naturaleza cede su lugar al conocimiento, a los derivados de la
educación. El ejemplo más extraordinario es la nanotecnología, esa
industria que consiste en producir máquinas microscópicas (como las que se usan
para realizar operaciones quirúrgicas dentro del cuerpo humano, sin necesidad
de abrir heridas). Estas máquinas forman parte de la nanotecnologíay no
miden ni siquiera un milímetro, sino millonésimas de milímetro.
Aquí en Perú, nuestro país, como en Bolivia, exhibimos
como mayor orgullo las materias primas que existen en el suelo o subsuelo de
nuestros territorios. Mostramos lo que la naturaleza ha hecho por nosotros,
pero ¿tenemos algo maravilloso que hayamos hecho los hombres a favor de de la
naturaleza y de nuestra economías? Para decirlo de otra manera, mostramos la
obra de la naturaleza, riqueza de la que nos apropiamos por vivir en estos
territorios. ¿Cuándo estaremos preparados para mostrar las maravillas que somos
capaces de producir? ¿Cuándo estaremos preparados para sustituir la vanidad que
mostramos al hablar de la riqueza que nos ha legado la naturaleza por la que
produzca nuestra mente? Estamos mentalizados para privilegiar una economía
parasitaria. ¿Y si la naturaleza no nos hubiese dejado nada o mucho menos de lo
que nos ha legado qué haríamos para vivir? ¿Y qué haremos si la herencia de la
Madre Naturaleza se acaba? ¿Qué harán, por ejemplo, los países árabes cuando se
les acabe el petróleo? ¿Qué hará Venezuela?
Esta mentalidad forma parte de una cultura que fomenta el
inmovilismo, inflama la imaginación, la esperanza en soluciones milagrosas o
mágicas. Y de paso fomenta el ocio, la pobreza y la pérdida de la autoestima.
No se ve la riqueza en las potencialidades del hombre, sino que se despierta la
ambición por los tesoros escondidos que se expresan en tantos mitos. Este
imaginario coincide con la de algún personaje famoso de la televisión peruana
que aparentaba ante el mundo poseer una riqueza inagotable, nietas bien
establecidas en Miami, pero hijos sin trabajo conocido, hasta que él murió y
los hijos quedaron en la indigencia porque no se habían preparado para vivir de
su trabajo. Así se fomenta una idea falsa, aquella de la herencia inagotable.
Luego cuando la fortuna se acaba, o cuando el árbol genealógico se extiende y
la herencia tiene que dividirse cada vez en mayor número de herederos, la parte
alícuota, o sea aquella que corresponda a cada individuo, resulta
insignificante. Si miramos el conjunto la suma puede parecer extraordinaria.
Perú exportó en minerales entre junio del 2004 y junio del 2005 la cifra récord
de unos seis mil millones de dólares. Traducidos a nuevos soles representa
alrededor de 20 mil millones. De esta manera si nuestro país tuviera 20
millones de habitantes le correspondería aproximadamente mil soles anuales,
cerca de noventa soles mensuales a cada habitante. Pero Perú no tiene 20
millones de peruanos sino cerca de treinta millones, de manera que lo que
correspondería a cada habitante seria un tercio menos, o sea algo así como
sesenta soles mensuales. Esta cifra sería real, sin embargo, si los costos de
extracción de los minerales fuesen igual a cero. Si nadie gastara en las
carreteras de acceso hasta las minas. Si el coste de las máquinas con las que
se explotan los minerales fuese también igual a cero soles. Si no costaran nada
las viviendas donde habitan los trabajadores mineros. Si las empresas que
explotan las minas no gastaran en escuelas o en hospitales y si los
trabajadores trabajaran gratis. Además si los capitales fuesen nuestros o si
fueran prestados sin pagar intereses.
Es obvio que con criterio nacionalista desearíamos que
todo fuera diferente, que nuestro Estado fuera poderoso, que tuviera recursos
adecuados como para que pudiese explotar nuestros recursos naturales, sin
necesidad de recurrir a la empresa privada y menos a las multinacionales. Que
desapareciera para siempre el pedido de que inviertan en nuestro país los
empresarios extranjeros. Y que los gobernantes fuesen de lo más competentes y
honrados, que las empresas públicas produjeran ganancias y no las pérdidas que
produjeron en las décadas pasadas. Y para lograr estos objetivos nuestros
gobernantes deberían ser intelectual y éticamente de los más competentes, que
fueran capaces de emplear los conocimientos más avanzados que existen en el
planeta. Sería deseable que los contratos con las empresas extranjeras fueran
las más convenientes al país; y que los mayores ingresos fiscales por concepto
de la exportación de minerales sirvieran para mejorar la salud del pueblo y
relanzar la educación con un nuevo criterio, con aquel que permitiera que
nuestro país fuese también productor y exportador de intangibles, o sea de
conocimiento, que es un derivado de la educación. Claro todo eso sería
deseable, pero lo que nosotros queremos que suceda no existe en la realidad. No
podemos confundir deseos con realidades. Y si queremos que cambie en el futuro,
necesitamos saber cómo hacerlo, mejor dicho necesitamos de conocimientos que
ahora la población no tiene. Que estos conocimientos no solamente lo tuvieran
un reducido número de personas, que no fuera patrimonio de las élites sino de
dominio más amplio. Mejor dicho necesitamos de una nueva educación. No
solamente diferente en valores como ahora se insiste sino en ciencia y
tecnología. Porque si bien quizá siempre existan delincuentes de cuello y
corbata, cuando menos necesitamos un pueblo educado de diferente manera, que
sepa actuar con conocimiento. Que sepa usar el corazón, pero también el
cerebro. Repito, necesitamos de una nueva educación. Países como Corea, o los
llamados Tigres Asiáticos, fueron tan pobres como el nuestro y ahora sus
destinos son diferentes. China Popular, en estos momentos camina a pasos
agigantados a convertirse en la primera potencia no solamente comercial del
mundo, sino también industrial. No es cierto que sus precios son competitivos
solamente por la mano de obra barata, sino que paralelamente inyectan
conocimiento de última generación a sus productos. Su éxito depende del
conocimiento y el conocimiento es un derivado de la educación. Es
imprescindible saber cómo actuar. Cómo resolver problemas, cómo salir de la
pobreza, cómo afrontar dificultades. Es imprescindible tener una nueva
educación que no solamente sirva para hacer cantar a los niños, para fomentar
las rupestres dinámicas y para esperar que por arte de magia o milagro tengamos
la lucidez necesaria para afrontar los grandes retos que nos plantea la
Historia.
Las materias primas son eso, materias primas, o sea
naturaleza, cuya verdadera importancia va a depender de qué hagamos con ellas,
en qué productos acabados los transformemos, qué tipo de conocimiento les
inyectemos. ¿Seguimos pensando en la magia de resolver nuestros problemas
económicos inyectándoles cero conocimiento? Con eso solamente estamos
justificando el tipo de educación que tenemos. Aquella que nos induce a suponer
que somos mendigos sentados en un imaginario banco de oro.
Por la década de los sesenta del siglo pasado estaba de
moda quejarse contra el imperialismo., porque según decíamos se llevaban
toneladas de minerales por insignificantes sumas de dinero y nos lo devolvían
ya industrializados pequeños trocitos de nuestros minerales a precios caros.
¿Por qué no decíamos que a esas materias primas, a esos insumos le habían
inyectado conocimiento y que estábamos comprando conocimiento introducido en
pequeñas porciones de los minerales que vendimos?
Estas preguntas no van contra algo que es obvio, valorar
y cuidar nuestras materias primas. La crítica va contra esa cultura parasitaria
de pretender vivir exclusiva o fundamentalmente de recursos naturales. El
propio término lo dice, son recursos naturales. El problema está en qué
hacer con ellos. ¿Venderlos? Su precio obviamente será el que corresponde a las
materias primas y en todo caso su precio está fijado por las leyes de la oferta
y la demanda. En este caso, mientras el progreso científico determina que entre
cada objeto se utilice cada vez menos materias primas, por otra parte, con la
presencia de China en la industria mundial, la demanda crecerá. Pero no crecerá
de manera absoluta, porque no hay que perder de vista que el conocimiento
tiende inevitablemente a ocupar el espacio de la materias primas, de manera que
el mismo objeto, pero más perfeccionado requiere de menos de cantidad de
materia prima.
El conocimiento incide en la revalorización de las
materias primas, en el contexto actual y probablemente en el futuro se irá
acentuando, al ritmo de las innovaciones tecnológicas. Cada vez que se producen
progresos tecnológicos y unos artefactos quedan desfasados, entonces se hace
necesario más materia prima para seguir produciendo los objetos que reemplazan
a los obsoletos y aquellos nuevos productos que aparecen en el mercado. En este
aspecto, la tendencia a la diversificación parece infinita. Por tanto, aun cuando
el conocimiento reemplaza exitosamente a las materias primas, éstas se vuelven
necesarias como recipiente de las nuevas invenciones. Esta tendencia incide
también en la proliferación de basura, como desechos de los productos
industriales que caen en desuso, salvo que se establezca el reciclaje masivo.
¿Hasta qué punto, para evitar problemas ecológicos progresarán las tecnologías
relativas al reciclaje de los objetos ya convertidos, repentinamente en basura?
El caso es que la competencia empresarial genera una
tendencia compulsiva hacia la innovación, la cual se expresa no solamente como
el sobredimensionamiento de las capacidades de lo inventado sino en la
diversificación o sustitución. Así vimos como el betamax fue reemplazado
por el VH, luego éste por el DVD, pero de ninguna manera las
tendencias terminarán ahí. Mejor dicho no se anuncia un fin de la historia en
esta guerra tecnológica. Y salvo las mentes incautas o ideologizadas afirmarán
que las innovaciones son innecesarias, que de lo que se trata es simplemente de
fomentar el consumismo. Si ese fuera el propósito de los empresarios, los
consumidores no tendrían por qué someterse a ese juego. Lo que sucede es que
cada innovación genera nuevas capacidades tecnológicas de los que los usuarios
quieres disponer, sea que se aplique a fines simplemente lúdicos, a objetivos
científicos, académicos o tecnológicos.
Las innovaciones en términos de software y hardware,
según la ley de Moore, se producen exponencialmente[1]. Esto
trae como consecuencia que así como se avanza hacia la nanotecnología,o
sea hacia la minimización absoluta en el uso de materias primas debido a la
sustitución del ingrediente naturaleza por el conocimiento, fruto de la
educación, la exponencialidad en el progreso tecnológico, trae como
consecuencia la obsolescencia vertiginosa de los objetos de manera que, como
consecuencia se producen dos hechos: a) mayor demanda de materias primas y b)
incremento del cementerio de los desechos tecnológicos, con sus consecuencias
medioambientales.
Esta tendencia implica que el precio de las exportaciones
de los minerales crezca de manera considerable, permitiendo que por primera vez
las exportaciones se duplicaran en una gestión gubernamental, entre el 2004 y
el 2005, aunque en este caso, no se debió a que se doblara el volumen de la
demanda sino sobre todo por el incremento de los precios, pero la variable
preciosestuvo determinada por la variable demanda.
Sin embargo hay que diferenciar el valor que el
conocimiento agrega al introyectarse en el producto, al convertirse en el alma
los productos y la otra, los efectos repotenciadores de precio al incrementar
la demanda. Pero, en todo caso, el incremento de la demanda está determinado
por las innovaciones tecnológicas, o sea por el conocimiento; y esta variable
está inevitablemente asociada a la variable educación, independientemente de
que esta educación se administre de manera privada o pública, por empresas
directamente relacionadas con la educación o con la producción.
Los educadores no solamente debemos sentir orgullo de la
naturaleza de nuestro territorio sino —sobre todo— de nuestro trabajo, de las
posibilidades que tenemos de competir sanamente con la naturaleza, o de
aliarnos con ella. Porque el conocimiento que transforma y —en cierto modo— reemplaza
a las materias primas es un derivado de la educación. La educación crea
conocimiento y éste apuntala el desarrollo de la educación. Ambos como aliados
de la economía. Y la economía como una de las variables del bienestar humano.
Para decirlo de otro modo, la economía tiende a depender
—de modo creciente— del conocimiento. Esta es la mercancía de moda y lo seguirá
siendo, con tendencia creciente. Los países que venden más conocimiento son más
ricos. En el siglo XX se consideraba como el magnate representativo de la economía
norteamericana a Rockefeller, cuya fortuna dependía del petróleo. Incluso a
mediados de los 70 del siglo pasado los magnates más grandes del mundo estaban
vinculados a la propiedad de grandes pozos petroleros. En la actualidad, luego
de la invasión Norteamérica a Irak, el mundo ha tomado conciencia que el
petróleo es un recurso natural que pronto se agotará y en tal circunstancia
puede multiplicar su precio o crecer en mayor medida, mejorando la posición
económica de los empresarios del petróleo[2]. Pero
esto tocará su fin. Por el momento de la fortuna personal más grande,
correspondiente en los sesenta a Rockefeller, hemos pasado a la fortuna de un
empresario norteamericano aún joven, cuyo nombre es Bill Gates, vinculado a la
producción de Software, o sea de conocimiento.Para lo cual
utiliza como principal herramienta su cerebro dotado de capacidad creativa.
Considerando las premisas antes planteadas, necesitamos
diferenciar entre medios y fines en el proceso educativo. Si bien el fin último
es el bienestar humano, existe un fin intermedio que debe establecerse si es la
Pedagogía o el conocimiento. Por el énfasis que siempre suele ponerse entre los
educadores pareciera que el fin es la Pedagogía, o sea la técnica de cómo
enseñar, más no los resultados de ese proceso. Los educadores nos hemos pasado
la vida hablando de Pedagogía como si fuese la meta final y al tocar este tema,
nos hemos reducido a un fin instrumentalista.
Es imprescindible reorientar la Pedagogía hacia la
búsqueda incesante de conocimientos de punta y no pedagogía por la pedagogía.
Así como ha existido un conocimiento funcional a los estados imperiales de la
antigüedad que privilegiaba la fuerza del guerrero, en la actualidad la
Educación debe estar orientada a la búsqueda del conocimiento acorde a los
estándares internacionales. Esto implica que los maestros formados tanto en los
institutos pedagógicos como en las universidades para transmitir conocimientos
válidos en una sociedad agropecuario—artesanal se mentalicen para formar
estudiantes capaces de resolver problemas en un mundo tecnológico cuyo entorno
es el software. Esto implica entender primero de qué estamos hablando.
Porque cuando usualmente hablamos con profesores, la primera reacción es pensar
en las cabinas de Internet o en las computadoras domésticas y suponer que se
les obliga a comprar alguna PC. No se trata de eso. Es importante que los
educadores entiendan que el computador sirve no solamente para redactar textos,
sino para realizar planos, organizar bibliotecas, realizar cálculos
estadísticos y matemáticos en general, aprender idiomas, para la investigación
científica, la producción de los objetos más sofisticados, vuelos espaciales,
ingeniería genética, fábrica de aviones, armas de guerra, automóviles, hornos
digitales, micro y mega máquinas, industria del entretenimiento, agricultura y
ganadería y prácticamente para todas las actividades de la vida puesto que hoy
el softwarees un entorno básico incluso en los juguetes más elementales.
Ha llegado momento en que para ganarse la vida como simple técnico, el que no
entienda sobre este nuevo y absorbente entorno quedará excluido y, por tanto,
desempleado. Y quien quiera diseñar o producir a la manera tradicional no podrá
competir en calidad o, en todo caso, empleará un tiempo mucho mayor al promedio
y, por tanto, sus costos serán tan grandes que venderá sus servicios a precios
muy caros, o en todo caso, utilizando más del tiempo necesario, cobrará precios
muy exiguos, condenándose a vivir en la indigencia. Pero finalmente, debemos
tener una visión clara: No existe hoy objeto pequeño o grande, incluso
juguetes, que no lleven internamente un microprocesador, con su correspondiente
software. ¿Estamos preparados para participar en este tipo de
producción? ¿Está orientada nuestra educación para afrontar estos retos?
Los países que tienen la capacidad para producir estos
prodigios han diseñado su educación para que su población tenga la capacidad de
producirlos.
En Perú la economía está orientada a la extracción de
minerales, a la deforestación de la selva, a la pesca. En suma, nuestra
economía depende de lo que produce la naturaleza, no el hombre. Se trata de una
economía parasitaria, al igual que Venezuela y los países árabes que viven de
la extracción y venta de petróleo, o sea de la explotación de la naturaleza y
no de la capacidad creativa de la gente.
La solución correcta sería aprovechar
racionalmente los recursos naturales, pero no depender tan extraordinariamente
de ellos. Hemos visto ya que el vender un objeto tan simple aparentemente, como
un teléfono celular, el país que lo produce está vendiendo conocimiento, el
transforma insignificantes cantidades de materias primas para construir un objeto
que puede costar cientos o miles de dólares. Cuando vendemos conocimientos
inserto en los objetos estamos generando trabajo, a la vez que estamos
potenciando la capacidad de la gente y potenciando también su capacidad
adquisitiva. Depender de los recursos mineros como sucede históricamente en la
república peruana, depender de las regalías que nos dejan las empresas
extractoras de esos recursos es consecuencia de una inadecuada educación.
[2] Según Rifkin, el fin de la era
del petróleo podría llegar dentro de unas tres décadas, cuando este recurso
fósil se agote. Cf. Jeremy Rifkin: La economía del hidrógeno. La creación de la
red energética mundial y la redistribución del poder en la tierra. Piados
Estado y Sociedad 102. Barcelona, 2002.
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