Vargas Llosa: Premio Nóbel e Intelectual Publico
Gerardo Rénique
City University of New York
El premio Nóbel de Literatura a un escritor de la lengua castellana, Latinoamericano y peruano por añadidura, es sin lugar a dudas motivo de orgullo para quienes, como el galardonado escritor, compartimos un mismo territorio y la lengua que nos legaron nuestros conquistadores. Para muchos de nosotros cincuentones las novelas de Vargas Llosa, y sobre todo sus personajes como el caso del sempiterno Zavalita, nos sirvieron de guías y anfitriones a las tribulaciones, miserias y expectativas de la convulsa y apasionante realidad social y cultura limeñas sufriendo todavía en ese entonces el pesado lastre de su legado oligárquico. Con mas contundencia y de manera mas conmovedora que cualquiera de los aburridos volúmenes de historia patria La Ciudad y los Perros, Conversaciones en la Catedral, La Casa Verde me permitieron un mejor y cabal entendimiento de las complejidades de la formación cultural y racial peruana, la miseria de la ideología y dominación oligárquicas, la venalidad de sus dictaduras militares, la arbitrariedad y abuso del machismo criollo. Goce también de sus magistrales dotes de narrador y de constructor de diálogos con la Tía Julia y Pantaleón. La fiesta del chivo junto con El otoño del patriarca y El Señor presidente G. García Márquez y M.A.
Asturias Premios Nóbel de 1982 y 1967 respectivamente quedaran para la posteridad como perdurables relatos casi radiográficos del sátrapa Latinoamericano. Su primer intento de novela histórica con La guerra del fin del mundo ambientada en el movimiento milenarista brasilero de fines del siglo 19 que tomo forma alrededor de la figura carismática de Antonio Consejero, marco también un radical viraje en la intencionalidad y naturaleza de su obra literaria. Finamente entrelazado con una esplendida narrativa de los hechos el autor desliza una despiadada y destructiva descalificación de todo pensamiento utópico o acciones colectivas transgresoras del orden establecido como acciones irracionales y sin sentido. Dejando de lado su lenguaje modernista que le permitió su acuciosa reseña y critica de la compleja realidad de la sociedad y cultura peruanas, con esta obra, así como con Historia de Mayta y El Hablador, asumió una postura alegórica y modernizante ante la sociedad peruana a la que considero hacia fines de la decada de los ochenta bajo la amenaza de “fanaticismos” de izquierda y derecha. Amenaza que –como señalará en un articulo en Harper’s (1990) – tendría su origen en lo que denomino como la “estructura vertical y totalitaria del imperio Inca.” Similar desprecio hacia la cultura andina manifesto en su ataque a la obra de Jose Maria Arguedas a la que califico como “ejemplo de un regionalismo pasado de moda.”
Según su reporte para la comisión encargada por el presidente Belaunde de investigar la muerte de ocho periodistas en Uchuraccay, remanentes de ese imaginado pasado Inca subsistirían en las inescrutables practicas y culturas del campesinado andino. Incapaz de imaginar una democracia incluyente que pueda incorporar las culturas y conocimientos de la mayoría de peruanos y peruanas, haciendo eco de un gastado discurso oligárquico, en un articulo en el New York Times Magazine (31 Julio, 1983) señalo que “la modernización solo es posible con el sacrifico de las culturas indígenas.”
En combinación con la fabula romántica del “capitalismo popular” de Hernando de Soto, la retórica modernizante excluyente de MVLL, dio sustento al movimiento Libertad que –en sus propias palabras— expresaría “un liberalismo radical nunca antes planteado en el Perú.” Si bien su campaña presidencial resulto en un fracaso los seminarios promovidos por Libertad con la presencia de luminarias internacionales neo-conservadores abrieron las puertas a la dominación cultural neoliberal. Como fundador de la coalición derechista del FREDEMO y posteriormente como su candidato presidencial en las elecciones de 1990 Vargas Llosa corono su transformación en apasionado propagandista del neoliberalismo. La manifestación publica de su admiración por Margaret Thatcher –la Dama de Hierro destructora del estado de bienestar británico—como la sola responsable de haber alterado el rumbo de la política mundial durante la inauguración de la Feria del Libro de Edimburgo el ano de 1997, le valió su entrada al jetset de intelectuales al servicio de los grandes intereses que controlan el planeta.
La elección de un novelista cuya figura como intelectual publico contrasta radicalmente con la de otros premios Nóbel recientes (Dario Fo, Jose Saramago, Harold Painter y Gunter Grass entre otros), cuya obra literaria y vida publica mantienen una actitud critica a los poderes establecidos, representa tal vez la culminación de la transformación conservadora de la política iniciada en criterio de MVLl por su admirada M. Thatcher.
No dejemos pues que el patrioterismo obnubile la memoria histórica reciente y el nefasto papel de MVLl en la consolidación de un sentido común de derecha. Admiremos su genialidad novelística sin dejar de lado la critica de su nefasta actuación como intelectual publico. Como bien lo expresara el escritor mexicano Paco Ignacio Taibo si bien el Nóbel lo tiene bien merecido, su actitud –agrego yo—como ciudadano e intelectual publico es deplorable. Su admirable rechazo al chantaje de Alan García en relación a la construcción del Museo de la Verdad no guarda proporción con su entusiasta promoción de la modernidad regresiva y excluyente a la que los indígenas del continente se refieren acertadamente como una “tercera conquista.”