La dimensión ideológica de la violencia en los recientes hechos acaecidos en la selva amazónica del Perú
La dimensión ideológica de la violencia
en los recientes hechos acaecidos
en la selva amazónica del Perú
Por: Jorge Yeshayahu Gonzales-Lara
Por: Jorge Yeshayahu Gonzales-Lara
El fenómeno de la violencia política en los recientes hechos acaecidos en la selva amazónica del Perú ponen de manifiesto la complementaria reciprocidad que existe entre la violencia política que proviene del Estado y la que proviene de la sociedad. Cuanto mayor la represión del estado, mayor la posibilidad de que surja una contra violencia social, pero también a la inversa, cuanto mayor violencia social, mayor la contra violencia represiva del Estado.
Hay la suficiente evidencia para afirmar que la violencia estatal de las fuerzas de orden y la violencia social se potencian mutuamente en lo que podríamos definir como el espiral de la violencia. El resultado del espiral de violencia del 5 de Junio en la zona conocida como “curva del diablo”, fue parte de un operativo de desbloqueo con el saldo de 15 nativos muertos de Awajun, 11 pobladores, 3 pobladores no identificados, y también 11 policías de la Dirección de Operaciones Especiales (DIROES). La violencia se extendió en las ciudades de Jaén (Cajamarca), Bagua Grande y Bagua Chica (Amazonas), como resultado de los enfrentamientos entre la policía y los indígenas y pobladores de la amazonia. En líneas generales puede decirse que la violencia no se suprime con más violencia, ya que la violencia de un sentido potencia la del sentido contrario.
En el nudo del diablo los terceros beneficiados de la violencia
Una política de pacificación supone introducir elementos no violentos como única forma de cortar el nudo del diablo de la violencia. Especialmente complicada porque en muchos casos suele haber terceros beneficiados tales como el narcotráfico, el terrorismo, y la derecha cavernaria peruana que con la espiral de la violencia, o que le favorece mantenerla a una de las partes en lucha.
El principio de que no paga la utilización de la violencia puede ser cierto a largo plazo; a corto, una violencia del estado peruano aplicada con la intensidad propia de un gobierno intolerante puede obtener los efectos buscados y hacer prácticamente imposible cualquier forma de protesta.
Cada una de las dos violencias, la de origen estatal y la de origen social, se justifica por la existencia previa de la otra. Preguntarse ¿qué violencia antecede a qué violencia en cada caso concreto es cuestión en teoría tan inútil como aquella de qué viene antes, la gallina o el huevo? y sin embargo, en la práctica tiene una importancia crucial, ya que, según se resuelva, se legitima una u otra violencia. La violencia política del Estado se justifica como necesaria para combatir la violencia política que brota en la sociedad, así como ésta se considera el último recurso para combatir una violencia estatal intolerable.
Las dos formas capitales de violencia política.
· Una que procede del Estado, más allá de lo que se considera su uso legítimo,
· Y otra que proviene de la sociedad, directamente encaminada contra el poder del Estado que se considera ilegítimo.
Dentro de cada una, cabe distinguir una variada gama de formas específicas de violencia; en lo que se refiere a la violencia política desde el Estado, cabe mencionar desde los golpes militares a los escuadrones de la muerte, desde la represión violenta de manifestaciones pacíficas al control militar de la población; en lo que respecta a la violencia desde la sociedad, desde los desordenes callejeros y huelgas políticas, a la lucha armada, concepto genérico que incluye formas muy diversas de subversión, terrorismo, guerrilla rural y urbana.
Hay que diferenciar una violencia individual, que realiza una sola persona contra sí misma (suicidio), o contra los otros (criminalidad), de una violencia colectiva que realizan grupos más o menos numerosos contra la sociedad (bandas criminales), excepcionalmente contra sí mismos (suicidio colectivo). Podemos decir lo que separa la violencia en general de la violencia política es un hilo tan extremadamente fino como la intención: en cuanto utiliza la fuerza física, o la amenaza de emplearla, para conseguir sus objetivos, la violencia política es violencia como cualquier otra, pero tiene, o dice tener, una intencionalidad política. El surgimiento de la violencia política está estrechamente vinculado al desarrollo de la propiedad privada, y es solo en el transcurso de la consolidación histórica de esta, que la violencia se transforma en manifestación específica de poder social.
Ahora, no se puede entender el problema de la violencia política sin conceptuar a la política como la organización y aplicación sistemática de determinadas relaciones de poder, como la articulación de un conjunto de medios para la consecución y la preservación de éste. No sólo hay que subrayar la complementariedad de la violencia política proveniente del Estado y de la sociedad, sino que existe también una estrecha correlación entre los índices de violencia política con los de violencia criminal.
En América Latina se puede constatar el trasvase de una forma de violencia a otra. Los factores económicos, sociales y culturales que alimentan la violencia criminal influyen también sobre la violencia política. La interferencia de estas dos formas de violencia es un fenómeno que se observa con particular claridad en el bandidaje. La conexión entre las mafias dedicadas al narcotráfico y movimientos guerrilleros en América Latina es el ejemplo actual más conocido. La estrecha relación entre la violencia criminal y la política permite hablar de una cultura de la violencia.
La desigualdad sentida y la creencia subjetiva de la injusticia.
Es evidente que uno de los factores determinantes de la violencia política en el Perú es el grado de desarrollo socioeconómico. A primera vista puede pensarse que la pobreza es una de las causas de la violencia, sin embargo, es bien sabido que el factor principal que crea el potencial de violencia de una sociedad no es sin más su mayor o menor riqueza - pobreza, sino la aprehensión subjetiva que tengan sus ciudadanos de que los bienes disponibles no se reparten con equidad.
La desigualdad sentida como injusta produce, inquietud, protesta, en último término, inestabilidad que puede desembocar en las distintas formas de violencia política. En el surgimiento de la violencia política desempeña un papel esencial la creencia subjetiva en la injusticia sufrida, es decir un elemento ideológico que está en la base del concepto de legitimidad y que conecta con toda la superestructura simbólico-cultural.
La violencia suele ser función directa de la aprehensión subjetiva de que se distribuye injustamente. Para dar cuenta del surgimiento y expansión de la violencia política en el Perú estos fueron algunos de los factores que hay que tener presente:
· La conciencia ampliamente extendida de que el grado de desigualdad social es altamente injusto. Lo que se reputa injustamente desigual puede ser muy diverso, riqueza, influencia, prestigio nacional; en todo caso, supone un distanciamiento, cuando no ruptura, con los valores sociales establecidos. El reclamo de los amazónicos, ni mucho menos su cosmovisión. Mientras que para ellos la tierra, el agua y los bosques son sus vidas, para los occidentales, para Alan García y sus “decretos de la muerte” la tierra es vista como un objeto, como una mercancía a ser subastada al gran capital. Esa es la gran diferencia cultural existente en nuestro país. Dos cosmovisiones diferentes (aún más: la de los andinos) habitan en un mismo territorio llamado Perú. La cultura hegemónica no ha querido reconocer a las otras existentes en el país desde el inicio de la Republica por el contrario las han ninguneado, diezmado.
· Obstáculos infranqueables, o que se perciben como tales, para conseguir, dentro de las normas vigentes, cambios sustanciales en la distribución de la riqueza o del poder es evidentes que los decretos legislativos determinado derogar las normas consideradas anticonstitucionales por la Defensoría del Pueblo, los DL 1090 y 1064 que no habían sido sometidos a diálogo y consulta antes de su promulgación, dando marcha atrás a su cometido inicial de imposición de los decretos
· Una represión creciente del apararato estatal contra todas las protestas y acciones conducentes a cambiar la situación. La mayor parte de los territorios y ciudades amazónicas se encuentran bajo el control militar, los derechos ciudadanos están suspendidos y hay un fuerte debate entre los medios de comunicación limeños y la prensa electrónica independiente. Por cada noticia que saca el gobierno desmintiendo ser el principal actor de la violencia en el Amazonas, sale un blog desmintiéndolo, con fotos y videos in situ. La globalización al parecer esta democratizando la censura gubernamental.
· El grado de cohesión social y de solidaridad interna que consigan los grupos sociales que se consideran desfavorecidos y que encabezan la protesta. El conflicto está instalado y no tiene visos de solución, el 11 de junio se realizó en Lima una multitudinaria marcha en apoyo a los indígenas amazónicos, en las ciudades del interior se dio un paro que conto con un amplio respaldo, según el Diario La República, Bagua, Moyobamba, Arequipa, Puno y Cuzco, hicieron sentir su voz de apoyo.
· La capacidad/incapacidad que tengan los grupos dominantes para negociar una solución consensuada. Al menos se hizo evidente, una perspectiva y forma de relación social, que de un modo u otro, está detrás de todas estas medidas, y de todas aquellas acciones de exclusión, e incluso, de quienes las han defendido justificando la represión y hasta exterminio: el desprecio y el desconocimiento por el otro, esa mezcla entre el etnocentrismo y racismo desembozado que se expresa en que los peruanos amazónicos “no son ciudadanos de primera categoría,” o tienen una concepción de desarrollo lejana al progreso
Más que los problemas objetivos que plantea una sociedad, resulta determinante para la aparición de la violencia el modo como se perciban, lo que a su vez tiene que ver principalmente con el conjunto de ideas colectivas de que se dispone para interpretar la realidad y a la dimensión ideológica de la violencia.
Es fundamental para la aparición de la violencia, la dimensión simbólico cultural desde el valor que se dé a la vida y el sentido que se atribuya a la muerte, los esquemas explicativos del orden social existente o de la historia mítica de la propia comunidad, y de sus posibilidades de mejoramiento, hasta el grado de indignación que produzca la injusticia, son factores culturales los que, en último término, resultaron decisivos en el desencadenamiento de la violencia en la selva amazónica del Perú.
MA, Jorge Yeshayahu Gonzales-Lara, Sociologo
Hunter Collegue City University
Director Family Imkigration Services
Director BLOG La Diaspora Peruana
Junio 23, New York 2009.