A Mitad del Sueno Americano Por Javier Champa escritor diasporo

Javier Champa

El propósito de este artículo es mostrar algunos casos relevantes en la vida de los inmigrantes similares al de otras ciudades de este país. Cada día los mínimos servicios sociales a los que tienen acceso están en juego debido a los vaivenes de la política gubernamental y a la presión de los grupos anti-inmigrantes en los recientes años, a los que se ha sumado el Ku Klux Klan que ha expresado en sus últimas manifestaciones una abierta hostilidad específicamente a los "spics" o hispanos

Esta breve nota acerca de mis experiencias como coordinador de apoyo general en el Centro Hispano de la ciudad de Madison, Wisconsin entre 1997 y 1999. Debo precisar que no he podido tener acceso a los archivos con los expedientes de mis clientes -un 95% hispano, latinos de diferentes nacionalidades-. Acudiré, entonces, al dictado de la memoria.

El estado de Wisconsin, situado en el medio oeste norteamericano es conocido como America's Dairyland o la tierra de los productos lácteos de los Estados Unidos. Es también productor de maquinaria agrícola, papel, embutidos, verduras congeladas y enlatadas, y una amplia variedad de cerveza. Cuenta con una población aproximada de 5'500,000 de los cuales más del 90% son de descendencia europea y de estos, por lo menos la mitad es de descendencia alemana. El área de servicios ocupa el 68% de la actividad económica, la industria el 30% y la agricultura el 2%. Wisconsin tiene una bien ganada reputación de ser uno de los estados más progresistas de la unión. A comienzos de los 1900's el estado llevó a cabo muchas reformas educacionales, sociales, políticas y económicas que han sido la base de su desarrollo y modelo en el país. Madison es la capital del estado y Milwaukee la ciudad industrial más poblada. Cabe mencionar el clima como un factor importante en la vida económica de este pujante estado. En promedio, la temperatura en verano -Julio- es de 21 grados centígrados, y en invierno -Enero- -10 (menos 10) grados centígrados. Esto hace que en la temporada de verano haya una ola migratoria estacional. Otro factor importante es que la ciudad de Madison figura desde por lo menos veinte años entre las diez mejores ciudades para vivir en los Estados Unidos, siendo una de las ciudades de más alto nivel de vida, lo cual lo hace muy atractivo para los inmigrantes.

En mayo de 1997 fui empleado en el Centro Hispano del condado de Dane en Madison. Esta agencia fue creada por el condado para servir de nexo entre la comunidad hispana y la ciudad, y está regida por un buró de directores voluntarios miembros de la comunidad. Funcionaban en ella varios programas sociales que atendían a jóvenes estudiantes y adultos. El cargo de coordinador de apoyo general era similar al de un asistente social. Entre sus múltiples funciones estaba el supervisar practicantes del departamento de Trabajo Social de la Universidad, la evaluación de las necesidades de los clientes, asistencia en casos de emergencia, empleo, salud, vivienda, traducción, asistencia legal, e información general incluyendo la elaboración de panfletos y literatura bilingüe.

También efectuaba relaciones públicas con agencias públicas y privadas para beneficio de los inmigrantes. Ejemplo de estos servicios son las decenas de trámites para obtener el Wisconsin I.D. o documento de identidad del estado y/o licencia de conducir -hoy, muy restringido en muchos estados de la unión ya que este documento es uno de los requisitos para obtener empleo- recomendando a los migrantes no-residentes evitar verse envueltos en citaciones judiciales por indebido procedimiento. También asistencia en el alquiler de vivienda y resolución de conflictos con los propietarios. Asistencia en casos judiciales desde simples multas de tránsito hasta juicios civiles o criminales que requerían la asistencia de un abogado. La gran mayoría de inmigrantes no contaba con seguro de salud y eran derivados a clínicas comunitarias donde eran atendidos a precios módicos. También asistíamos con el llenado de solicitudes hasta con arreglos de pago de cuentas de teléfono, de hospital, agencias colectoras de deudas y otros.

Considero que cada inmigrante es una historia particular a pesar de sus similitudes ya que la adaptación al sistema, las barreras culturales, legales e idiomáticas son resueltas indistintamente por cada uno con resultados impredecibles. Unos superan las vallas en el camino, otros fracasan, y otros se mantienen en un nivel de sobrevivencia. En ella el azar así como la voluntad de los protagonistas juegan un papel preponderante.

El primer caso que les presento quizá sea representativo de una gran mayoría de inmigrantes llegados cruzando la frontera "ilegalmente", sin visado; los llamados "mojados" porque muchos cruzan a nado el río Grande en la frontera sur. Tal es la historia de Juan G. cuyos padres lo trajeron o lo introdujeron en brazos con sólo meses de nacido. Creció en una pequeña ciudad de California y asistió a la escuela como un niño normal hasta graduarse. No ha podido ingresar a la universidad por la barrera legal que le impide obtener becas y/o préstamos del gobierno para obtener estudios superiores. Así a los 21 años es padre y está casado con ciudadana norteamericana la cual encuentra serias trabas para regularizar su status migratorio porque según la última reforma migratoria, los "mojados" para legalizar su situación tienen que salir voluntariamente del país y esperar entre 3 a 10 años para retornar como residente legal. El no puede regresar a México, su país natal, porque no tiene familia allá y sería como ir a vivir a un país extraño. La única ventaja que tiene de vivir en los Estados Unidos es que es bilingüe, conoce el sistema, tiene trabajo y hasta tiene un margen de crédito financiero que le permite vivir cómodamente. Pero continúa siendo indocumentado.

El siguiente es un caso que particularmente me llamó la atención porque involucra ONGs, granjeros e inmigrantes. Dudo que sea representativo por no ser tan común entre los inmigrantes. Carlos M., 34 años, soltero, se presentó a mi oficina pidiendo asistencia legal ya que acababa de fugarse de una granja cercana a Madison y estaba completamente abandonado a su suerte.

En su natal Pacasmayo en el norte del Perú se dedicaba a las labores agrícolas, había sido dirigente campesino y hasta candidato a la alcaldía de su pueblo. También había sido guardaespaldas y era militante del partido aprista. Buscando progresar económicamente no descartaba emigrar fuera del Perú. Un día leyó un anuncio en un diario local donde se ofrecía entrenamiento temporal a trabajadores agrícolas en Estados Unidos. El único requisito era tener experiencia y que el beneficiario pagara el boleto internacional. La oficina de esta compañía sin fines de lucro u ONG, con sede en San Francisco se encargaría de todos los trámites: visado, número de seguro social válido para trabajar y entrenamiento en una granja por designarse. Así, Carlos M. se embarcó en esta aventura. Fue designado a venir a una ciudad cercana a Madison a "entrenarse" en una granja 12 horas diarias, tendría alojamiento y alimentación, y percibiría un "estipendio" -no salario- porque no era un trabajo formal. El "estipendio" consistía en $3.00 dólares la hora -el salario mínimo era en ese entonces $4.75 la hora-, con la condición de no abandonar la granja por 6 meses. A la semana de empezar el "entrenamiento" él y otros beneficiados notaron que no aprendían nada y que estaban siendo explotados, por lo cual planearon fugarse. Fue así como Carlos M. llegó al Centro Hispano a indagar cuál sería su status migratorio al decidir quedarse a vivir indefinidamente en Madison. Contrariamente a lo que suponía, su inicial infortunio se tornó en ventaja relativa, ya que contaba con documentos legales para poder trabajar sin ser residente legal, y su status migratorio iba a poder regularizarlo con mayor normalidad.

Seguidamente voy a presentar el caso de la señora Marta C., 59 años, cubana. Paradójica su situación legal, que es la de muchos de sus compatriotas que migran a los Estados Unidos en busca de la ansiada libertad, y que al cometer un delito enfrentan largas penurias que le impone su status migratorio. Vino acompañada de una oficial del departamento de Correcciones del condado. La señora Marta había cumplido seis meses en un centro de detención por consumo de drogas y se encontraba hospedada en un half-way house, es decir, una casa de transición para personas en rehabilitación legal, y tenía que encontrar un empleo y mostrar buena conducta bajo la supervisión de la oficial. Trabajamos para conseguirle un empleo, pero en el proceso cometió una leve falta y la oficial recomendó su internamiento.

Al salir le esperaba un oficial de inmigración que al no poder deportarla a Cuba ya que su status migratorio es de refugiada y la política de los Estados Unidos hacia los refugiados cubanos es de retenerlos y no deportarlos como si hace con el resto de inmigrantes, la detuvo en una cárcel del departamento de Inmigración. Y así se completa el círculo. La situación de la señora Marta me recordó que por aquellos años un grupo de presos cubanos secuestró un avión en la Florida pidiendo regresar a Cuba cansados de completar este circulo siendo este un eslabón más en la larga cadena de secuestros de aviones por ciudadanos cubanos pidiendo retornar a Cuba.

También quisiera contarles la experiencia que tuve con una familia de inmigrantes mejicanos. La señora Carmen G., 34 años, madre de cuatro niños nos visitaba frecuentemente, a veces con su esposo Juan J., 36 años. Pedían asistencia en arreglos de pago de cuentas de salud, pagos a agencias colectoras de deudas y traducciones en general. Pensé que sus falta de recursos en hacer arreglos de pago era debido a su desconocimiento del inglés; pero no sólo era el inglés, también era el español. Ambos esposos provenían de familias campesinas muy humildes y no habían asistido a la escuela. Sus pequeños hijos si iban a la escuela y ocasionalmente los asistían con traducciones menores. Estaban desarmados para enfrentar su adaptación al modo de vida en este país.

Es sabido que los ciudadanos portorriqueños gozan de un status preferencial en los Estados Unidos por ser su país un protectorado de éste. A pesar de ello, cuando uno de ellos migra hacia el continente enfrenta las mismas barreras que los otros inmigrantes. Tal fue el caso de Lourdes T., 32 años, bachiller en secretariado administrativo. Lourdes es diabética desde los 10 años, entendía un poco de inglés, y una de las razones que la llevó a Madison fue el clima templado y el invierno seco de la región que es benigno para quienes tienen su condición. Aunque contaba con la ayuda de sus familiares le era muy difícil encontrar un trabajo adecuado. Así, empezó como lavaplatos en el comedor universitario, después pudo alternar como cajera a medio tiempo. Pero no podía estar parada por varias horas. A los pocos meses pudo conseguir un trabajo a tiempo completo en el equipo de limpieza de la universidad. Así pudo tener seguro de salud y dental, tan ansiado por millones de ciudadanos norteamericanos, y pudo tener acceso a los más recientes adelantos en el tratamiento de la diabetes y su condición mejoró. Al cabo de dos años, y tras largos esfuerzos para aprender inglés, logró ser contratada como secretaria bilingüe en el departamento de correcciones del estado. Había empezado viviendo en una cooperativa de estudiantes, luego logró alquilar su propio departamento, y finalmente compró un condominio. Debido a un brote de múltiple esclerosis tuvo que retirarse del trabajo como deshabilitada por el seguro social que cubre todos sus derechos, pero no lo habría logrado si no se hubiese propuesto abrirse un camino. En su retiro estudia para ser intérprete.

Finalmente, Andrés V., 35 años, salvadoreño. Llegó a Madison a los 12 años como refugiado de las Naciones Unidas junto con sus hermanos y su madre. Andrés era un niño activo y rebelde y apoyaba al movimiento guerrillero en El Salvador. Como tal, la seguridad de él y su familia estuvo en peligro y tuvieron que acogerse como refugiados políticos. Su familia fue desintegrada al llegar a los Estados Unidos y cambiaron sus nombres y fecha de nacimiento. Andrés fue acogido por una familia anglo y asistió a la escuela local. Luego ingresó a la universidad de Wisconsin donde obtuvo un grado de bachiller en español, ciencias políticas y estudios latinoamericanos. Ha llegado a ser un activista defensor de los derechos de los inmigrantes y ha trabajado para varias agencias no gubernamentales de desarrollo.

Esta corta lista de historias revela una fracción del infinito abanico de situaciones que muestra la condición de los inmigrantes. Son como un flash de sucesivas situaciones cargadas muchas de ellas de dramatismo, angustia y de esperanza. Como tema de investigación tiene diversos ángulos y enfoques.

Hemos visto casos, digamos, de inmigración voluntaria en donde empujados por factores económicos principalmente los inmigrantes deciden buscarse un futuro en un medio desconocido, a veces con ayuda de familiares o amigos; a veces permanentemente o temporalmente. Para este último, a propósito, ver el ilustrador libro de Rubén Martínez "Cruzando la Frontera" que es la crónica de una familia y un pueblo mexicano organizados en torno a la emigración temporal. También hemos visto casos de inmigración involuntaria: Juan G., Andrés V., y en parte Lourdes T. Parece ser que quienes se establecen permanentemente a edad temprana tienen mayores posibilidades de crecer, siempre y cuando logren asimilar la cultura local, y el idioma principalmente. Esto plantea una interrogante: ¿cuál es la edad ideal para emigrar? No siempre el emigrante o inmigrante reúne las condiciones psicológicas para asimilar una nueva cultura o crear otra en otro medio. Ser arrancado de su medio, en plena formación, puede crear consecuencias imprevisibles, como casos de alcoholismo, drogadicción, violencia familiar, etc. O también emigrar a edad madura que es, como dicen, el nido de la nostalgia. Bueno, dejemos esta interrogante abierta.

Estas historias continúan su curso natural, cada una más sorprendente que otra como en "El Libro de los Seres Imaginarios" de Borges, pero de seres de carne y hueso.

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